Capítulo 12

14.1K 766 67
                                    

LOS TRES ESTUVIERON DE ACUERDO, por lo cual los guardianes no pudieron negarse al cambio de gobierno que ella había propuesto. Si había algo que no podían hacer era intervenir en las decisiones de los gobernantes siempre y cuando no infringieran las reglas. Tal vez no era algo deseable para ellos, pero no podían evitarlo.

Días más tarde, después de encargarse ella misma de llevar el cuadro al lugar donde habían acordado con Ildwin, junto con todos los objetos que él poseía, estaba siendo preparada para su coronación en Crísalis. Lilum la había ayudado a escoger la vestimenta para ese día tan especial: un vestido blanco con breteles llenos de flores que dejaba ver su vientre, que cada vez parecía un poco más pronunciado, aunque aún faltaba más de dos meses para que su niña naciera.

Todos habían estado muy felices al enterarse de la noticia de que ella estaba embarazada, aunque no tanto al saber que ya no se casaría con el padre de su bebé. Aun así, entendían que lo que había sucedido entre ellos solo se debía a que habían tenido recuerdos falsos y aceptaban las decisiones que ellos tomasen, aunque fuesen en contra de las buenas costumbres de su especie.

Alejandra se miró al espejo, observando su esbelta figura y poniéndose una flor de color violeta en su cabello recogido. Ese día tenía un anuncio que darles a todas las hadas, una vez que fuera coronada. Ese día anunciaría la paz con los vampiros y el cambio en el gobierno. Se sentía un tanto nerviosa, pero había practicado su discurso varias veces y sabía que lo haría bien.

—Tienes sangre de líder —le había dicho su prima, quien estaba realmente feliz desde que se había enterado que compartiría el virreinato con Juliann. Alejandra sabía que pronto se los vería caminando juntos de la mano y susurrándose cosas al oído, pero no querían apurarse. Aún pensaban que era demasiado pronto para demostrar sentimientos el uno por el otro.

En esos mismos momentos Nikolav, quien ya había bebido de la poción que le permitiría pasar el resto de su eternidad junto a su amada, estaría en otro plano, en el mundo de los vampiros, anunciando el mismo decreto que ella comunicaría. Más tarde esa misma noche, volverían a estar juntos. Hacía solo un par de días que no se veían, mas Alejandra ya lo extrañaba horrores. Sabía que no podría vivir un día sin estar cerca de él, que necesitaba sentir su presencia ahora y siempre.

—Ya es hora, Alejandra —le dijo Lilum con una gran sonrisa en sus labios.

Salieron juntas hasta la puerta del palacio, y Alejandra subió a un carro lleno de flores, conducido por un par de unicornios blancos que la llevarían bajando la colina hasta llegar al bello lago azul alrededor del cual estaban reunidas las hadas ocupando todo el llano. Más lejos, cerca del bosque, se encontraban los elfos y los duendes, quienes venían a mostrar su apoyo a la nueva reina.

El carro comenzó a bajar por la colina. Niños en ambos costados del camino le tiraban flores a la futura reina, mientras cantaban viejas canciones de hadas. Todos estaban felices, desde los más viejos hasta los más jóvenes.

Cuando el carro llegó hasta el lago, Alejandra bajó de él y subió a una alta plataforma, donde la esperaba Dirleen, la más vieja de las hadas. Debía tener miles de años, aunque aparentaba solo unos cincuenta. Dirleen sería la que oficiaría la ceremonia de coronación.

—Queridos hermanos y hermanas —comenzó diciendo—, hoy nos reunimos para coronar a nuestra nueva reina. Ella nos conducirá de la misma manera que lo hizo su madre, siendo nuestra guía, nuestra consejera y nuestra protectora. ¡Viva la reina Alejandra!

—¡Viva la reina Alejandra! —repitieron todos los presentes.

Luego, Dirleen tomó una bella corona de diamantes, que parecía hecha de estrellas, y la colocó sobre la cabeza de la nueva reina, quien lucía radiante con ella.

—Ahora, nuestra reina dirá unas palabras —anunció, haciendo una reverencia antes de bajar de la plataforma.

Alejandra miró a todos sus ahora súbditos con emoción. Ellos esperaban mucho de su reina, y ella no deseaba defraudarlos.

—Es un honor haber llegado hasta aquí y haberme convertido en reina —dijo—. Aunque no haya crecido aquí, ustedes son mi familia y lo serán por siempre. Todo lo que haré durante mi reinado será por el bien del pueblo. Quiero que la paz prospere entre nosotros y con nuestros vecinos, desde ahora y para siempre —luego hizo un silencio de unos segundos antes de continuar—. Y hoy, en este, mi primer, día como reina, tengo un importante anuncio que hacer.

Todos los presentes quedaron en silencio, mirándola mientras hablaba, como embobados.

—Se ha firmado la paz eterna con los vampiros y nuestros reinos serán unificados. El rey Nikolav y yo compartiremos el mismo trono y nuestra boda real será celebrada en una semana. Ningún vampiro podrá dañar a ningún hada y, de la misma manera, ningún hada podrá dañar a un vampiro. La entrada a nuestro plano será considerada territorio mutuo y allí se levantará el nuevo palacio real, donde Nikolav y yo habitaremos. Ambos tendremos virreyes dentro del territorio de las hadas y del territorio vampiro, quienes serán nuestros segundos en el mando. Juliann y Lilum serán mis virreyes y habitarán en Crísalis, encargándose de todos los asuntos cotidianos del reino allí. Con este tratado promulgamos la paz entre las especies, por siempre.

Ella no estaba del todo segura de que este tratado fuera bien recibido, más que nada después de la guerra que el anterior rey Siron había comenzado, pero, para su sorpresa, todas las hadas presentes comenzaron a aplaudir y a festejar. Ellas eran una especie pacífica, por lo cual un tratado de paz como ese era digno de celebración.

Luego de la ceremonia de coronación siguió una gran celebración que duraría días enteros. Durante esa misma semana se buscaron a grandes y expertos magos para construir un castillo mágico en la entrada del reino de las hadas, ahora territorio compartido con los vampiros; allí donde comienza el lago, allí donde una vez Nikolav había llevado a Alejandra a cenar y le había dicho que un día todo eso sería de ella. Ahora eso se hacía realidad, pero solo el amor los había llevado hasta ahí.

El castillo fue levantado en cuestión de días, y sería inaugurado el día en que los reyes celebrarían su boda. Estaba hecho de piedra recubierta en jade; su brillo era magnífico. Todos los que lo veían quedaban boquiabiertos ante semejante belleza descomunal.

Finalmente, llegó el día de la boda. Hadas y vampiros, así también como otras especies invitadas, estaban reunidos en el mismo lugar para celebrar la unión, dejando de lado sus diferencias gracias al respeto que tenían por sus gobernantes. Ambos reyes lucían espléndidos. Alejandra tenía un vestido de bodas blanco esta vez, con una larga cola. Flores adornaban su cabello y una gran sonrisa iluminaba su rostro. Nikolav, por su parte, llevaba un traje negro. Sus ojos celestes como témpanos de hielo brillaban como nunca al ver a su bella amada mientras caminaba directo al altar.

La ceremonia fue preciosa y muy emocionante. Muchos de los presentes terminaron con lágrimas en los ojos. Se rumoraba que una nueva edad de oro comenzaba para las hadas y los vampiros porque cuando los gobernantes son felices de corazón no hay razón para que el pueblo no lo sea. Y Alejandra y Nikolav no podían ser más felices de lo que eran estando juntos. Su historia de amor y de sangre sería contada por todos los rincones de su reino compartido y daría esperanza a todos aquellos amantes que pensaban que su amor era imposible. Ellos habían luchado contra viento y marea para estar juntos. Nada había podido separarlos, ni siquiera el oscuro olvido. Habían nacido el uno para el otro, y juntos por siempre estarían.

Sangre Olvidada: Sangre enamorada #3 (Versión original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora