Capítulo 14

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    Los días pasaban, fríos y lúbres, nublosos y húmedos, pero ningún día llegó a ser tan frío como mi corazón lo era.

    Pasaron dos semanas desde que vi a Liam labio con labio, con Natasha. Él no paraba de intentar contactar conmigo, pero apagué el móvil, y puse la llave en la puerta para que no pudiese entrar, cerré las ventanas, y me metí a llorar bajo las sábanas, día y noche, hasta quedarme dormido.

    Aquel día, sin embargo, decidí salir de casa. Lo necesitaba.

    Cual fuere mi suerte, que en la puerta dormitaba agazapado un joven de ojos castaños y pelo desordenado y sucio, como si no se hubiese movido del sitio en días, ni para ducharse. Cuando lo vi, el corazón me dio un vuelco, pues era evidente que seguía enamorado de él. Luego me lo imaginé penetrando a aquella niñata y una arcada me subió por la tráquea. Intenté hacer el menor ruido posible para no despertarlo, y cerré la puerta. Se me cayeron las llaves, tropecé con el felpudo y me estampé contra el buzón, y toda la publicidad se me cayó en la cabeza.

    –Genial, Niall. Genial –pensé.

    Liam se despertó. Al verme, no me reconoció, hasta que se quitó las legañas de los ojos y bostezó lo suficiente. Luego su mirada se quedó “ojiplática" y su boca se abrió formando una O. Se levantó corriendo y fue detrás de mí.

    –Niall, no sé cómo te has enterado, pero puedo explicártelo...

    –No Liam, no hay nada que explicar. Esto está muerto –dije aparentando firmeza, pero en cuanto me di la vuelta, se me empañaron los ojos y me mordí el labio con fuerza para no llorar.

    –Pero Niall... Yo...

    Y sin escucharlo, salí del rellano escaleras abajo. Se me olvidaban las llaves allí. ¿Qué más daba? No quería que me viese llorar, y las lágrimas picaban mis ojos, abrasaban. Querían salir. Pero no, no podía dejarme afectar. Liam era el pasado. Un pasado maravilloso, pero pasado.

             

    La semana siguiente estuve asistiendo sin falta a la universidad, estudiando lo máximo para olvidarme de los últimos y desgraciados acontecimientos. El ojicastaño no había vuelto a aparecer en mi puerta, ni en el rellano. Ni siquiera en el portal, lo que me sorprendió un poco. Aunque lo prefiriese así, me gustaba ver su mirada inocente, y su sonrisa angelical y adorable.

    Lo más sorprendente de aquella semana es que nadie me atacó, ni me insultó, ni siquiera me miraron mal. Todo estaba siendo redondo excepto por aquel mísero detalle.

    Un día como otro cualquiera, me choqué con Natasha en el pasillo. La veía menos deslumbrante de lo que acostumbraba. Su pelo color caramelo no estaba planchado, sino que le caía en ondas naturales. Apenas llevaba maquillaje, y la ropa no era tan probocativa. “Supongo que ya no necesitará zorrear, ahora que tiene a Liam para tirárselo" susurró algo perverso en mi mente.

   –¡Niall, espera! –me llamó cuando me iba.

    –Oh, Natasha, no te había visto –mentí.

    –Tenemos que hablar.

    Me cogió de la muñeca y me arrastró hasta la cafetería. No la rechacé, me intrigaba saber qué me diría.

    –Han habido ciertos rumores acerca de que me he acostado con Liam –dijo sin rodeos, una vez que hubo pedido.

    –Sí, algo he oido –dije con tono airado.

    –Bien pues, supongo que habrás notado que ahora la gente no te dice nada respecto a que eres gay –señaló–, nadie te ha vuelto a tocar.

    –Me parece increíble que me hables de esto así como así, cuando fue por tu culpa que acabé en urgencias, por una paliza.

    –Ya lo sé y lo siento muchísimo.

    Se quitó la chaqueta puesto que la conversación comenzó a calentarse.

    –Te aseguro que me siento la persona más miserable del mundo por eso. Yo no soy como la gente me ve. Es muy duro tener un hueco aquí, ¿sabes? Llevaba mucho tiempo sin estar con nadie y la gente comentaba. Mis “amigas" –señaló con sarcasmo– me obligaron a pedirte una cita. Quisiera haber hablado contigo sobre esto de antemano, pero te negaste. Todo el mundo me preguntaba, me preguntaban si me habías rechazado, si había perdido facultades, etc. Por eso lo conté.

    Entendí algo de aquellas palabras. Recorrí levemente con la mirada su clavícula y ví que los huesos se le marcaban. Estaba muy delgada, tenía que ser perfecta, porque era lo que se esperaba de ella. Y en situación de miedo, tiró de lo qué podía salvarse.

    –Pero eso no me dice por qué te acostaste con Liam –apunté mostrándome frío.

    Las palabras de la chica la habían dejado un poco pensativa, con los ojos vidriosos, como recordando un pasado muy triste y solitario.

    –Liam me pidió ayuda. Quiso que te dejaran en paz. No soportaba verte sufrir por tu condición –hizo una pausa y miró para arriba para evitar llorar. Me pregunté que si esto que hacía era solo un melodrama que se estaba montando, o si lo estaba pasando mal de verdad–. Me dijo que haría lo que fuera. Vuestra historia me conmovió, y quise saber hasta cuánto era capaz de llegar, sólo para que te dejaran de acosar. Tras aquello, propagué el rumor de que no eras gay, porque te habías enrollado con una amiga mía. Conseguí desmentirlo todo, y la gente no te volvería a mirar mal –hizo una pequeña pausa para coger aire–. Si te sirve de algo, Liam y yo no nos acostamos, tan sólo hablamos de nuestros problemas. Es un chico encantador, deberías cuidarlo mucho –terminó la frase, luciendo una sonrisa que cubría el dolor que tenía interiormente. Ahora la veía como una niña asustada y tímida.

    Me levanté, me senté a su lado y la abracé. No sé por qué lo hice, yo lo necesitaba, y ella lo necesitaba. Sentí en aquella personita a un alma gemela, incomprendida y acosada, dirigida y controlada por aquellos que la rodean. Quise protegerla como a un hermana. Quise cuidarla.

Y así empezó el nuevo comienzo.

Maybe I'm addicted to him {Niam Hot}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora