Despierto con la garganta seca pero el cuerpo húmedo. El sonido de la alarma me parece irritante, mis oídos pitando. Con los ojos aún adormecidos camino a paso lento y torpe hacia el baño. Al entrar me siento en la taza del baño, y ahí permanezco, aun ida, aturdida, sin saber que decir. Por momentos me siento como una loca, la soledad hizo mella en mi, pero por otros me doy cuenta de que algo cambio, y que la noticia de mis padres no debería afectarme tanto. Pero no entiendo nada. Yo estoy segura de saber una versión diferente a la que ellos contaron en la televisión. Ahora, ¿Qué hago? Llorar no me serviría de nada, nunca me ha servido más que para desahogo, y eso ya no lo necesito. Lo que debo hacer es buscar respuestas, una salida. Todo es sorpresivo pero he lidiado con cosas peores. Respiro hondo, y despertando de verdad, me espabilo lavando mi rostro. Acunó el agua en mis manos y la llevo a mi rostro, anhelando refrescarme. El celular dejo de sonar hace unos momentos, ya no se escucha. Tengo que poder, solo, necesito respuestas. Ahora me queda solo investigar el número del programa... Y espero no arrepentirme de esto. Cuando terminó de prepararme para ir a la escuela, le sirvo agua y comida a JJ. El pensamiento de que no hice la tarea llega, pero poca preocupación me invade. En estos momentos es lo que menos me interesa. Tomo el camión y veo los rostros de quienes suben y bajan. Todos diferentes, qué increíble es pensar en la diversidad que existe en el mundo y no solo se trata de la humanidad, si no de animales, plantas, etcétera. Mis ojos caen en el de una niña pequeña. Tiene rizos cafés y ojos cafés.
«Esperanza»
Parpadeo y veo que ya estamos en la parada de la preparatoria. Junto con el resto de los alumnos, bajamos y nos encaminamos hacia dentro. En silencio, me acerco a mi aula, sin embargo, dos manos se posan sobre mis ojos deteniendo mi entrada.
—¿Qué?...
Mi pregunta queda en el aire cuando escucho lo que dicen Daniel y Lucía.
—Avanza Esperanza —me pide la voz divertida de Dan.
—Chicos... —mi voz suena temblorosa.
—Y... ¿No estas viendo verdad? —confusa niego, respondiendo.
—No te asustes —ahora Lucía es la que habla.
—Es una gran sorpresa —dice detrás de mí una voz diferente, la de Álex.
Con pasos indecisos avanzó hacia donde sea que me estén llevando. Las manos son quitadas de mis ojos, dándome permiso de quedar boquiabierta con lo que veo.
Una emoción inexplicable junto con la culpabilidad invaden mi pecho. ¿Es enserio? Veo el regalo con asombro. Y caigo en la terrible cuenta de que estoy muy mal. Soy la peor amiga de este planeta. Una mano en mi espalda me empuja hacia mi lugar, respiro hondo.
—¡Feliz cumpleaños Esperanza! —dicen al unison el trío de mis amigos.
Unos brazos me envuelven con emoción, sin saber que es lo que hace en realidad.
Pánico.
¿Porqué me abrazan? ¿Qué pasa? De pronto ya no soy la mujer de dieciocho, vuelvo a ser la niña de 10 años a la que violaron. Mi respiración se agita y en mi pecho palpita loco el corazón. Mi campo de visión está nublado, mis piernas me fallan, ¿Quién me sostiene?
—¡Suéltame! ¡Suéltame! —mis gritos salen sin que los pueda pensar.
Temblores recorren mi cuerpo. ¿Porqué? ¿Porqué yo? Miro hacia la oscuridad. ¿Que es eso que se escucha? ¿Son voces?
—¡Ayuda! —es aquello que calle cuando era una niña.
Lágrimas comienzan a brotar de mi rostro, no veo nada. ¡Quiero que me saquen de este martirio! ¡Por favor! ¿Dónde están mis padres? ¿Dónde están todos? ¡Por favor! ¡Quiero que quiten este miedo y dolor! Me siento cansada. Un cansancio interminable. Quiero dormir. Si, quiero dormir.
Dormir.
Debilidad. Es lo primero que siento. Debilidad. Tomo una gran bocanada de aire enderezando mi espalda, abriendo mis ojos. Me duelen, mi cabeza y mis ojos. Miro los rostros de quienes están alrededor de mi. ¿Qué pasó?
—Desperto —susurra una voz familiar.
Mis ojos van hacia el dueño de esa voz. Alejandro. Sus ojos negros me miran como si comprobará que estoy bien.
—Esperanza, lo siento —ahora es Daniel quién habla.
Frunzo el ceño mientras me sobo mi sien, estoy confundida.
—¿Qué pasa? —pregunto con voz ronca.
Alejandro se acerca con cautela.
—Tuviste un ataque de pánico —dice despacio.
Eso es como un balde de agua fría. Los recuerdos me golpean con fuerza, avergonzada bajo la mirada hacia mis manos, las cuales están sobre mis piernas, justo en este momento me parecen muy interesantes.
—¿Cómo te sientes? —pregunta una voz diferente.
Miro a la enfermera de la preparatoria. Sus ojos negros también, parecen sonreírme.
—Me duele la cabeza —le respondo incapaz de ver a mis dos amigos.
Ella me extiende una pastilla.
—Te caiste y te diste un golpe, pero nada grave, lo peor ya pasó —me sonríe.
—Gracias —consigo decir sin sonreir, tomando la pastilla junto con una botella de agua que me da también.
Lo peor de estos momentos, es saberlos mirándome, analizando mi actuar, con probables dudas que cualquiera tendría sobre mi reacción. La verdad, estoy demasiado avergonzada como para verlos al rostro. Esto es lo que evite durante tanto tiempo.
—Muy bien, —dice la enfermera. —te recomiendo que vayas a casa, con tus padres —ingenua dice.
Y eso también. Mis padres. Ya no sé cuál es la verdad.
—Gracias —esta vez habla Alejandro.
—No hay de qué, voy a ir a dirección, cualquier cosa que necesiten estaré ahí —asiento sin verlos aún.
Cuando la enfermera cierra la puerta un silencio sepulcral inunda la habitación. Me temo que deberé hablar.
—Yo, —comienzo a decir volteando a ver a Daniel. —no te disculpes, no hiciste nada malo.
Media sonrisa se posa en su rostro.
—¿Quieres hablar de lo ocurrido?
Lo mejor que puedo hacer, es alejarme de los demás, no merecen estar con alguien muerto.
—No, —firme contesto mirando hacia Alejandro, quién me habló. —quiero estar sola.
Mis palabras parecen herirlo, sus ojos brillan decepcionados.
—¿Te llevo a casa? —me pregunta.
Niego sin poder hablar. Si lo hago se dará cuenta de que estoy mintiendo.
—Entonces... —Daniel parece querer hablar.
Alejandro lo interrumpe, aún mirando a mis ojos.
—Esta bien, nos llamas en caso de necesitar algo —insiste y se retira.
—Adiós light.
Si me preguntan que me pasa por la cabeza, ya deberían saberlo. No quiero meterlos en este mundo de dolor, ni de aflicción. No quiero.
Hola, holaaaaa!
¿Cómo están gentecilla? ¡Que capítulo más fuerte! ¿Qué opinan de la decisión de Esperanza? Algo difícil. Pues, solo para avisarles que.... Ya estamos cerca de finalizar esta historia. Pero díganme ¿Qué les pareció este capítulo? Yo digo que Esperanza tiene que cambiar su forma de pensar:/
Bueno, eso es todo.
¡Dios les bendiga!
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Una luz para Esperanza
EspiritualExistimos personas en el mundo que -según nosotros- sabemos que no vale la pena el hacer que alguien más se entere de nuestra existencia. Rompimos con los lazos entre la sociedad y solo existimos, sin realmente tener noción de nuestra existencia. Es...