Mejillas sonrojadas

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Víctor respetaba su casa, respetaba su cama o la de cualquier habitación dentro de las paredes firmes de la mansión

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Víctor respetaba su casa, respetaba su cama o la de cualquier habitación dentro de las paredes firmes de la mansión. Por más deseoso que se encontrara y por más fácil que fuera llevar sus conquistas a su habitación, no lo hacía. Simplemente las llevaba a algún hotel de varias estrellas o su auto, dependiendo del deseo contenido y el no poder aguantar la espera ante el placer del sexo prometido.

Bárbara últimamente había sido su salvavidas, su desahogo, su fina puta con la que se echaría varios polvos placenteros sin compromiso.

Sabía que las caderas de la chica hacían magia, magia negra de esas que hacen que salga todo de ti. Hablando claro de forma... Sucia.

Pero esas últimas veces no habían estado funcionando con Víctor.

Incluso esa tarde.

La tenía ahí, con su cuerpo abierto frente a él, viendo como su sexo engullía su miembro con total exquisitez. El sonido de sus cuerpos chocando eran amortiguados por los gritos de placer que la chica sacaba de su garganta. Sabía que esos eran verdaderos y no era por presumir, pero en su corta edad era sabio en el tema y ponía el placer de la mujer primero. No era por otra cosa que tenía la fama de follador excepcional.

Prontamente la tenía sacudiéndose debajo de él, apretándose, dándole la señal de que podía dejarse ir. Tuvo un orgasmo, se había corrido en las tetas perfectas de la pelirroja, pero no había sido suficiente. No lo hizo gritar, no lo hizo estremecerse.

Liberó endorfinas suficientes para seguir el día con tranquilidad.

Bárbara no era un mal polvo, de eso se aseguró él mucho antes, en una de sus aventuras, pero ahora todo era diferente repentinamente. Eso lo consternaba de alguna manera.

Las cosas en la universidad habían estado de mejor a excelente, pues el estudio constante lo habían ayudado a posicionarse como uno de los mejores de la clase. Se merecía un premio, un regalo, y ya se estaba imaginando cual sería.

Victoria limpió sus labios con su pañuelo y miró a Víctor con una sonrisa plantada en sus labios. Alzó su copa de vino al aire y miró a su hijo con alegría.

-me da tanta alegría que estés a punto de graduarte y que das lo mejor de ti.

-como siempre.- Víctor interrumpió y la mujer lo miró con desdén fingido.

-de acuerdo.- rodó sus ojos.- sé que he estado presionándote mucho y veo que ha hecho efecto todo lo que te he dicho.

-oh vamos, sabes que no necesitaba tus discursos, sé que me tengo que esforzar si planeo tomar la presidencia de la empresa.

Victoria alzó su copa aún más.

-estás diciendo cosas inteligentes últimamente.- Víctor negó sonriendo.- pero dejando las bromas, en verdad te felicito.- la cara de Victoria se suavizó, dejándole saber que no bromeaba.

La tentación de VíctorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora