—Despierta, Rose. — se encontraba susurrando Steve en cuclillas a lado de la cama de su novia.
Ella se removía gruñendo a lo que Steve sacaba risitas, finalmente se paró de mala gana y Steve la esperó sentado en la cama para su entrenamiento. Ambos siempre entrenaban juntos por las mañanas, ya que era el único tiempo en el que podrían estar a solas.
—¡Vamos, caballito! — saltó la chica ya bañada y vestida encima de Steve.
Este la cargó en su espalda sosteniendo sus muslos para que no cayera. Se dirigieron a la sala de entrenamientos, al llegar Steve bajó a la chica y ambos fueron hacía el saco de boxeo.
—Comienza la bella dama. — se inclinó caballerosamente Steve.
—Lo haré pedazos. — dijo egocentricamente alzando las cejas.
Steve solo se rió cruzandose de brazos, miraba a la chica algo desafiante. Rose golpeaba el saco fuertemente y muy rapido, lo que causó que Steve casi se mareara.
—Más fuerte, Rose. — canturreó Steve subestimando las habilidades de su novia.
La chica no dejaba de golpear y cada vez lo hacia más fuerte, le dolían los nudillos pero ignoraba el dolor, ya que pensaba que el dolor era para novatos.
—¡Que rayos! — exclamó Steve con las manos en la cabeza al ver que su novia había hecho volar el saco.
Rose soltó una carcajada y se tiró al suelo suspirando del cansancio.
—Supera eso, capitan. — murmuró viendolo con una sonrisa de lado.
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