♦ Capítulo 4 - Hoja Oculta♦

673 61 27
                                    

— ¿Altaïr? —habló el de mayor estatura mientras abría la puerta lentamente dejando ver a un Altaïr sereno, pensativo, sentado en el borde de la cama, cruzado de piernas con una pluma en su mano derecha y una carta en su mano izquierda.

— Firma, Altaïr —murmuró.

— ¿Que hacías? —el italiano sonrió y se sentó a su lado.

— Nada que te interese —Guardó la pequeña carta entre su atuendo y se levantó dándole la espalda a Ezio mientras se dirigía a la única ventana de aquella habitación.

— ¿Es lindo verdad? —No recibió respuesta— Florencia, claro.

El más bajo gruñó y siguió observando a la gente que pasaba desde aquélla pequeña ventana.

— ¿Vamos? Debemos pasar por el taller de Leonardo un momento.

— Hmm... ¿Para qué? —giró sobre sus talones quedando frente a Ezio.

— Debo... —hizo una pausa y se interrumpió— Para buscar unas armas que Leonardo construyó especialmente para mí.

— Bien, quiero verlas. —suspiró y bajó su vista a los labios de Ezio contemplando su cicatriz por un segundo e inconscientemente tocó su labio, una cicatriz similar. — Auditore, te puedes apresurar? Estorbas ahí en medio.

Las mejillas de Ezio rápidamente tomaron un color carmesí, estaba confundido con la actitud de Altaïr.

Salieron rumbo al taller de Leonardo que no quedaba tan lejos de allí, el silencio incómodo los invadía, Altaïr comenzó a apresurar el paso hasta el taller del pintor, había mucho por hacer y poco tiempo.
Miró su mano izquierda, contempló sus 4 dedos. No se había fijado si a el otro asesino también le faltaba el dedo anular, aunque le restó importancia y siguió caminando calmando un poco el paso para quedar junto a Ezio.

— Hemos llegado, Altaïr — Frenaron y el de mayor estatura se adelantó para tocar la puerta de Leonardo. Evidentemente ya los estaba esperando, abrió la puerta casi inmediato y los dejó pasar.

— ¡Ezio te estaba esperando! —Leonardo abrazó rápidamente a éste y miró a Altaïr. — Un gusto volver a verte, Altaïr —le sonrió y fue en busca de una pequeña caja.

Altaïr, incómodo, se recostó sobre la pared más cerca mientras veía como Leonardo le entregaba aquella caja a Ezio.
Con mucho cuidado, Ezio la tomó y abrió para contemplar su contenido; Su hoja oculta junto con unos pequeños frascos de veneno.

— Con mucho cuidado Ezio, no queremos que por accidente te inyectes veneno. ¿Verdad, Altaïr? —lo miró.

— Me da igual —se acercó a ambos hombres y miró el contenido de la caja. — Yo no necesito a nadie, y menos a alguien cuyo nombre sea Necio.

— ¡Altaïr! —soltó una carcajada y dió un leve golpe al recién nombrado.

— Me tocas una vez más, y probaras mí acero. —tomó aire. — Vamos, hay mucho que hacer.

Leonardo miró sorprendido a Ezio y soltó una carcajada nerviosa.

— Eh, es buen chico de igual manera —rascó su nuca.

— No habla mucho, ¿Verdad? —susurró Leo mientras observaba a Altaïr.

— No... Eso me gusta. —sonrió.

Ezio se colocó su hoja oculta mejorada y se despidieron de Leonardo.

— Esto... Recién comienza. —contempló su hoja.

•Estorbo• | Altaïr x Ezio | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora