Capítulo IV.

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No corrí, no grite, no intente moverme en lo absoluto, y no por que estuviera asustada o mi cuerpo no respondiera, simplemente no quise hacerlo, por que su respuesta no me dio miedo, tal vez por que ya era la segunda vez que lo veía con sus alas extendidas y por que era obvio que no era como los demás.

-No sé por qué te cuento esto, no te conozco, no sé nada de ti, pero sin embargo me das confianza para contarte el más mínimo detalle de mi vida confiando en que no dirás nada. - su mirada me penetraba cada vez más, el espacio entre nosotros se hacía cada vez más corto. Él, ellos, me hacían sentir una terrible y grata sensación, como si nada fuera a pasarme y a la vez fueran a quebrarme como nadie lo a echo o peor aún, yo sería la perdición de ellos.

-Tengo que irme -simplemente salió de mi boca sin siquiera pensarlo.

-Entiendo, te veo mañana en la escuela -dijo el rubio con la cabeza baja

Me dirigí a la puerta y la abrí para salir, del otro lado estaban los otros 3 chicos, pase empujándolos y me fui. Encendí un cigarrillo, el camino a casa fue el mismo. la misma rutina de siempre solo que esta vez con una pequeña desviación a causa de Luke. Apenas entré a la casa y escuche unos fuertes gemidos proveniente de la habitación del imbécil de mi hermanastro el cual seguramente estaba cogiendo con una de sus golfas. Salí de la casa para no escuchar esa mierda, me cruce a la casa de enfrente y me metí por la ventana. como siempre hacía cuando me hartaba.

-Parece ser que alguien vino a darme la bienvenida al vecindario -dijo un anciano detrás de mí.

-¡Pero qué carajos! -exclame espantada.

-¿Te ofrezco algo? - dijo amable el señor antes de soltar una risita cálida.

 -Perdón por irrumpir así a su casa, es que siempre ha estado vacía y me gusta venir aquí -dije sinceramente al señor y volviendo a colocar una pierna sobre la ventana para irme.

-No te disculpes, por favor, ven, te ofrezco algo -dijo cordialmente

Acepte su invitación y fui a sentarme a su sala, carajos, de un día para otro la casa abandonada ya estaba amueblada y habitada.

-Esto estaba por aquí cuando llegué -dijo dándome los chocolates que había dejado un día antes, exactamente 5 barras de chocolate, el señor no había tomado ninguna

-¿Gusta uno? -dije amablemente

-Lo aceptaré con la condición de que almuerces conmigo -dijo el señor con aparentes buenas intenciones.

-De acuerdo -dije dándole un chocolate y tomando uno yo también, los demás los deje en la mesita de centro.

-Mi nombre es Constantine, ¿y el tuyo? - dijo dirigiéndose a la cocina

-Regina -dije observándolo que no le echara nada inusual a la comida

-Regina. Es un nombre muy lindo -dijo con dulzura. Colocó 2 platos, 2 vasos y 2 tenedores en la mesa, posteriormente sirvió la comida.

-¿Le molestaría probar la comida usted primero? -dije siendo precavida

-Por supuesto que no -dijo y metió un gran bocado a su boca y después un poco de agua

- Bien - olí el pequeño bocado antes de metérmelo a la boca. Por todos los cielos, en verdad era delicioso, lo más rico que haya probado

-Parece que te gustó -dijo contento

-Me encantó, si esto me mata, habré muerto satisfecha -dije riendo

 -Tenía mucho tiempo que no comía con alguien -dijo con una sonrisa triste

-¿Y su familia? - pregunte y al segundo me arrepentí

-No tengo a nadie, me arrebataron a mi familia -dijo el señor cabizbajo

-Lo siento mucho, en serio -lo dije sinceramente, sabía lo que sentía, el no tener a nadie. -Yo tampoco tengo familia, no conozco a mis padres, y algo me dice que no lo haré, unos señores me adoptaron pero no eran unas buenas personas, se la pasaban alcoholizándose y golpeándonos a su hijo y a mí, murieron en un accidente automovilístico, y estoy viviendo con su hijo, pero es una mierda

-Me da gusto tenerte como vecina, a veces dos personas sin nada ni nadie pueden complementarse, si necesitas algo avísame, viejo pero puedo ayudarte -dijo muy dulcemente

-Igualmente para usted -dije imitándolo. Terminamos de comer, me ofrecí a lavar los trastos y a pesar de que Constantine no quería yo lo hice, comimos el chocolate y yo le deje los demás y me fui no sin antes agradecerle.

Personas aparentemente buenas empezaban a llegar a mi vida, pero la sensación de que debía alejarlos para protegerlos de algo que aun no sabia qué era, permanecía. 

Regina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora