Prólogo

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Magnolia — 1934. Punto medio entre Somme y Verdun.

El aire frío entraba por la ventana redonda, el techo en forma de triángulo decía que estaba en el ultimo piso de su hogar, frente a la ventana, Natsu estaba apreciando unas fotografías en una mesa, a un lado de las fotografías estaba una Colt M1911, Natsu dejo que el aire frío recorriera su rostro, su rostro cansado y con un corte en la mejilla, tomo el mango del arma y lo sujeto con fuerza unos momentos, hasta que al final la dejo en el mismo sitió.

Natsu escuchó como las escaleras de madera crujían ante las pisadas de alguien haciendo resonar sus pasos por el piso de madera.

—¿Papá? —Una pelirosa entro a la habitación después de dar unos pequeños toques en la puerta, la puerta crujió al abrirse.

Los pasos se hicieron más fuertes hasta que Natsu sintió la femenina mano en su espalda.

—Mamá quiere que bajes.

Natsu suspiro y la pelirosa miro las fotografías, las fotografías que explicaban porque su padre muchas veces estaba ido, el porque su padre aveces trataba mal a su madre, el porque de las pesadillas de su padre.

—¿Son de cuando estabas en la Guerra?

La hermosa pelirosa se quedo callada y al no recibir una respuesta de su padre, supuso que se había molestado.

Su madre ya le había dicho muchas veces que su padre había terminado muy afectado por la Guerra, perdió amigos, gano enemigos, su padre no se vio afectado económicamente, pero si de otra manera, de una manera que es mucho peor que perder una casa o una empresa por culpa de la Guerra.

—Lo siento —Se disculpó ante el difícil carácter de su padre, sin embargó recibió una caricia, su padre puso su mano en los cabellos rosados de su hija, la pelirosa cerro los ojos disfrutando de las caricias, habían pasado años cuando fue la última vez que su padre demostró algún afecto de cariño como ese.

—No —La voz de Natsu salio ronca y madura, se dedico a darle una sonrisa a su hija.

—Perdóname tu a mi cielo —Hizo una pausa —Creo que es hora de que sepas por que soy... Como soy.

Una rubia se quedo parada afuera de la habitación, antes de entrar con su querido esposó y su tesoro, su hija.

—No es necesario papá, mamá me ha dicho que no te gusta hablar de ello.

—Te conozco de sobra, se que de todas formas me iré y subirás a buscar estas fotografías.

La pelirosa aparto la mirada haciendo un puchero.

—No es verdad —La pelirosa no soporto la intensa mirada jade de su padre —Bueno si —Termino confesando.

La rubia no pudo evitar soltar una pequeña risa, bajo por las escaleras y se dirigió a la cocina, al final lleno una charola de su negocio con leche de chocolate y galletas.

La rubia antes de subir las escaleras se miro al espejo, se miro el cabello y se lo arreglo un poco, no por ser de noche y por estar en casa se vería despeinada y mucho menos para su marido. 

La rubia subió las escaleras y se detuvo afuera de la habitación al escuchar las voces de su padre y de su hija. 

—¿Enserio papá? ¿Como se te ocurre entrar a trabajar en una cafetería cuando no sabes preparar nada? 

La rubia se asomo un poco y se sonrojo al ver la sonrisa de su esposo, desde 1918 casi no sonreía.

—La verdad cariño, no me interesaba el puesto para nada, no necesitaba un trabajo urgentemente como se lo había dicho a tu madre. 

La pelirosa miraba atenta a su padre, casi nunca estaba de humor para hablar y tenían que aprovechar cuando lo estaba. 

—Pero al momento de ver a tu madre a través del cristal de la cafetería... No pude evitar mentir para estar a su lado. 

La rubia miro su aniño en su dedo y no pudo evitar sonrojare, su marido casi no era cariñoso ni romántico, lo era en su momento... En su momento. 

—Es la verdad, tu madre era, ¡Es! —Corrigió —Es hermosa. 

—A si fue como conocí a tu madre.

La pelirosa asintió contenta.  

—Trabajamos mucho tiempo juntos, yo creo que dos años.

—Fueron tres años Natsu.

La rubia entro sin tocar y dejo la charola en la mesa de madera.

—Natsu, sabes como te pones al recordar eso cariño, mejor no cuentes nada.

Natsu supiro.

—Vamos cariño, ah pasado casi un año desde que me dio un ataque.

La pelirosa bajo la mirada, si, ya había pasado mucho tiempo desde que a su padre le dio un ataque de pánico debido a la Guerra. 

—Pero aun tienes pesadillas Natsu.

La rubia de verdad no quería que su marido hablara de la Guerra. 

—Vamos Lucy, entonces siéntate a mi lado, tu eres la que me calma cuando tengo pesadillas, si estas a mi lado estaré calmado. 

La rubia miro la silla a un lado de su marido, lo pensó unos momentos, si o si le contara a su hija que fue lo que paso. 

—Papá, nunca te pregunto por que no me gusta que te pongas mal.

La hija del matrimonio había interrumpido la pequeña discusión que tenían sus padres. 

—Pero ¿De verdad fue tan horrible como dicen? 

La curiosidad de la pelirosa era demasiado como para contenerse. 

Natsu bajo la mirada sujetando uno de sus brazos con fuerza, tratando de no perder el control de nuevo, su esposa lo tomo del hombro, cosa que Natsu agradeció.

—Vi muchas cosas cariño.

—¿Que viste?

Natsu cerro los ojos.

—Fuego... Mucho fuego linda, por un momento... —Trago saliva —Por un momento creí que había muerto y que estaba en el infierno.

La rubia como la pelirosa se quedaron calladas.

—La gran guerra me arrebato todo linda... Me quito a mi padre, a la única familia que me quedaba, me quito a mis amigos —Natsu tomo la mano de su esposa —Y por poco casi me arrebata esta vida.

—Creí que seria mi rito de paso... Mi gran aventura —Natsu miro a su hija mientras tomaba la mano de Lucy —Déjame decirte, que no fue ninguna aventura. 

"Lo único que nos hace a todos iguales en la Guerra... Es la muerte" 

—Natsu Dragneel.

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Nueva historia, haciendo también un homenaje a los millones de soldados que participaron en la Primera Guerra Mundial, si tiene dudas, por que esta madre tendrá echos ficticios como echos que pasaron de verdad les pido que pregunten su duda, sin mas su querido escritor los deja. 






Amor en tiempos de Guerra (Nalu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora