Capitulo 4

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  —Si, lo conozco.

Confeso Gajeel sentado en una de las tantas mesas de la cafetería de Lucy, Yukino estaba atendiendo los pocos clientes que había, mientras que Lucy esta sentada frente a Gajeel con una taza de café entre sus femeninas manos. 

  —Por favor —Suplico la rubia —Dime como se encuentra, quiero saber si esta bien.  

  —Calma, calma —Gajeel se levanto y tomo los tensos hombros de Lucy.

—Natsu esta bien, esta en buenas manos no te preocupes, la zona por el momento esta prohibida para cualquiera que no sea del ejercito, pero aquí tienes a tu mensajero improvisado.

Gajeel se apunto con el dedo orgulloso.   

  —¿Disculpa? 

Sin poder evitarlo Yukino interrumpió, ella también quería saber como estaba su querido esposo, si tan siquiera seguía vivo.  

Gajeel se giro a verla y Yukino no pudo evitar sentirse intimidada ante la penetrante mirada roja de Gajeel. 

  —¿Que se te ofrece?

Gajeel hizo todo lo posible para preguntar con amabilidad.

—¿Conoces de pura casualidad a un tal hombre llamado Sting Eucliffe? 

  —¿Uno rubio?

Yukino asintió.

 —Si, casualmente esta en el mismo escuadrón que Natsu, apenas repare el tanque tendremos que regresar a Somme para brindar apoyo a las tropas aliadas —Gajeel dio media vuelta y antes de salir por la puerta se detuvo —Escriban una carta, yo se las daré personalmente a esos dos. 

Lucy y Yukino sonrieron como no lo habian echo desde que Natsu y Sting se habían ido a la guerra. 


 En las trincheras, la constante lluvia caía sobre los alemanes y los británicos, los aviones de ambos bandos adornaban el cielo gris de Tierra de Nadie, las explosiones constantes, ya sean provocadas por un avión, un bombardero, un tanque o las artillería ya eran costumbre. 

Erza estaba dentro de una casa da campaña justo afuera de Tierra de Nadie, había camas ensangrentadas que eran utilizadas como camillas, una única luz del techo que se tambaleaba de un lado a otro con cada vibración provocada por la artillería. 

Enfermeras iban y venían de un lado a otro, soldados con muletas de igual manera, unos en cama sin una pierna, o sin un brazo, otros sin ninguna de las dos piernas. 

Erza sujetaba la mano de uno de los tantos jóvenes que habían sido heridos de gravedad en Tierra de Nadie, sin embargo; era lo único que podía hacer, el rostro de aquel hombre había quedado completamente desfigurado por el fuego y la explosión de la artillería, solo podía sostener su mano hasta que cerrara los ojos, lamentablemente para Erza, esa no era su primera experiencia similar, y tampoco seria la ultima. 

 Mirajene, una hermosa enfermera compañera de Erza sujeto el hombre de la pelirroja con fuerza. 

—No lo salve...

Susurro Erza sin soltar la mano fría y pálida de aquel soldado británico.  

  —Con el tiempo... Te das cuenta que no eres dios Erza, no todos se pueden salvar. 

Mira entendía su dolor, todas las enfermeras sentían el mismo dolor en el pecho, la impotencia y el dolor de ver a un joven morir frente a sus ojos, que lo único que piden es que los tomen de la mano hasta que duerman, ese era el ultimo deseo de muchos soldados... Que estaban a nada de morir.  

Amor en tiempos de Guerra (Nalu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora