Y ahí estaba el joven príncipe del reino Kageyama, esperando con la vista perdida delante de la mujer que todos esperaban que él aceptara como prometida. Una jovencita hermosa de ojos grandes y verdes, mas, las exigencias del joven príncipe no se ajustaban en la dama. Resignados, pidieron mil disculpas al reino visitante y cordialmente sugirieron su retirada.
– Tobio, hijo, sabes que pronto deberás tomar la responsabilidad del trono, – un anciano canoso y con elegantes mantas arropándole, habla con suavidad a su único hijo. – estoy muy viejo y confío en que serás un buen rey ¿O es que no deseas gobernar? – pregunta, ansioso por su respuesta.
– No, majestad, solo deseo lo mejor para nuestro reino y ninguna de estas señoritas es apta para tomar tan importante labor como mi esposa y reina. – responde serio, siempre respetuoso. Se inclina en una leve reverencia y procede a retirarse a sus aposentos, donde podía descansar tranquilo de todo este ajetreo.
En realidad, Tobio no deseaba contraer matrimonio con nadie, pero por norma, él debía desposar a alguien para ser merecedor de la corona del rey. Además de ser hijo único, tenía la obligación de dejar descendencia, su padre se lo recordaba todo el tiempo, – "Ya estoy viejo y desearía poder ver a mis nietos antes de partir"–. Tobio ya estaba harto de la ansiedad que le transmitía todo el mundo. Si fuese por él, gastaría su tiempo en la habitación contigua a la del dormitorio, donde se hallaban toda clase de instrumentos musicales que por generaciones habían pertenecido a la familia Kageyama. Únicamente para proteger estos valiosos tesoros, Tobio estaba dispuesto a casarse sin amor. Pero la persistencia y apuros de su progenitor en acelerar el proceso se le hacía estresante, solo hoy, había logrado contactar con cinco princesas de reinos lejanos para que aprobara a alguna.
El protocolo era largo y tedioso, además del número récord en la cantidad de chicas, todo había desembocado en un cansancio terrible para Tobio, tuvo que aguantarse las ganas en reiteradas ocasiones de gritarle en la cara a alguna chiquilla. Justamente por esta indiferencia de Tobio con las mujeres, le apodaron galán y rompecorazones, a lo cual, si le añadimos la apariencia de madurez de Tobio y su embelesadora sonrisa, se deducen las ganas con que se habían quedado muchas de las chicas a lo largo de este tiempo en el que buscaban una prometida. En un principio, él era introvertido y daba algo de miedo, pero con el tiempo, aprendió a cómo manipular a las demás personas con el lenguaje corporal, con el tono de voz dulce y correcto, además de escoger bien sus palabras, no había ninguna que no cayera, parecía más un juego que otra cosa.
Realmente, no era culpa de Tobio, ninguna de las chicas lograba captar su atención, solo tenía ojos para la música, la cual había sido su gran pasión por tantos años. Pasó el resto del día y parte de la noche, en ese cuarto mal iluminado contiguo a su dormitorio entre melodías y tarareos. Al día siguiente, debían ir al reino Sawamura para la celebración del aniversario de la Alianza Karasuno, donde los reyes de varios países habían firmado una alianza de paz hace muchos años.
Esta vez, sería la segunda ocasión que Tobio asistiese. Debía ir con las ropas más elegantes que poseía, además de su corona de príncipe. Al llegar allá, reconoció algunas familias, pero había pasado tanto tiempo –un año– sin verlos que no recordaba a la mayoría. ¿Ese chico estaba la vez anterior? Un jovencito inquieto que miraba a todos lados con cara de estúpido. Sus guardias, que parecían asombrosamente de la misma edad que el escoltado, le contenían como podían para que no saliese a correr por el lugar. De no ser por la corona mal puesta en esos anaranjados cabellos, Tobio no habría descubierto que era un príncipe. Parecía no saber ni en dónde se encontraba, tenía cara de idiota y sonreía todo el tiempo. Era una sonrisa radiante, sincera y contagiosa. En el momento en que esos ojos color miel chocaron con los suyos, un escalofrío recorrió su piel. Repentinamente su presencia se había vuelto imponente, pesada. Aunque tuviese la vista clavada al suelo, sentía aquellos ojos en él como punzantes agujas en el cuerpo. ¿Cómo alguien así podía tener una presencia tan abrasadora? Realmente no parecía un príncipe a primera vista, pero estas emisiones que le recorrían el espinazo le decían a cuántas personas había engañado con su infantil apariencia.
Repentinamente, le entraron ganas de hablarle. Tenía la sensación en la boca del estómago, este revoloteaba inquieto y nervioso. Su corazón se aceleró para dar paso a la vergüenza, él, Kageyama Tobio, después de tanto tiempo, sentía vergüenza de hablarle a alguien. Inhaló y exhaló varias veces hasta calmarse. Recuperó su equilibrio mental y se concentró en percibir todo su alrededor, en especial, la presencia de aquel singular príncipe. Ahora tenía la visión de todo el gran salón, el de todos los invitados y sobre todo... Su padre le sacó a la fuerza del trance palmando su hombro con orgullo, delante suyo estaban las hijas de los reyes de la Alianza. Otra vez su padre se hallaba haciendo de las suyas luciendo a su hijo delante de otras mujeres para extender su popularidad y que contrajera matrimonio rápido.
Daba gracias que su madre no se encontrara en este mundo hoy en día para presenciar esas ocasiones donde pareciese que el viejo coqueteaba por diversión con chiquillas y que usaba a Tobio solo como arma para embelesar a los demás. Estaba harto. Cansado de las tradiciones, como que debía desposar a alguien para ser rey. Disgustado con que su padre mirase a cualquier mujer en vez del sagrado recuerdo de su madre. Fastidiado de las presiones que recibía por parte de todos para desposarse. E irritado del rey y su reinado.
Desposaría a quien quisiese si lo quisiese y lo primero que haría sería escribir una ley en que permitiese al rey nombrar como sucesor a alguien fuera de la rama principal de la familia. Así el primogénito no deberá ser obligado a gobernar. Como decía la estúpida tradición familiar.
ESTÁS LEYENDO
Amor de Reyes ♡Kagehina♡
FanfictionLa Alianza Karasuno era la que permitía a todos los países del continente mantener una paz estable, además de un buen y creciente comercio. Para agradecer la amistad, el reino líder de la Alianza auspiciaba una fiesta invitando a todos los reyes inv...