5 | Después de la Cena...

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Luego de la increíble presentación nadie podía pensar que, en realidad, había sido su primera vez tocando juntos. Parecían que cargaban con años de conexión y horas de ensayos. Pero no. Nada de eso, los jóvenes estaban atónitos por cómo se habían dejado llevar y en qué terminó una simple improvisación. Completamente deleitados, sin embargo.

Durante la cena, los reinos se ubicaron según cercanía geográfica a la costa del oeste -como indicaba el protocolo- por lo que, consecuentemente, los reinos Hinata y Kageyama quedaron separados. Uff, menos mal. Porque los nervios no menguaban ni por lástima, sino que atacaban con escalofríos cada vez que recordaban la sensación. Shōyō sudaba al regresar por su mente hasta el estruendoso paseo de los dedos del príncipe Tobio por las blancas teclas del piano y al azabache se le erizaban los vellos de la piel al cerrar los ojos y oír una vez más esa emocionada voz penetrar en su alma. Paralelamente adictos, rememoraban a su manera aquella imagen, deseando reencuentros posteriores o tergiversando el mismo recuerdo, como si hubiera ocurrido en un contexto diferente, en mundos paralelos donde ambos eran personas corrientes, sin responsabilidades de un apellido con las que cargar.

Solo fue necesario un encuentro para quedar impregnados. Solo fue necesaria una mirada para entrelazar sus almas. Y su música para destinar sus vidas.

De esta manera transcurrió rápidamente la cena, seguida de su finalización, los invitados y anfitriones regresaron al Gran Salón para continuar con la elegante fiesta. Shōyō se había armado de valor y decidido, se encaminó a buscar a su príncipe de serena mirada. Caminó a paso ágil por toda la extensión del salón y luego de varios minutos le halló en uno de los balcones que daba a los jardines franceses, observándolos ensimismado con los codos apoyados en el barandal de piedra sincerada, bajo la luz de la luna, su mirada perdida en la nada revolvió el estómago del joven príncipe de Hinata, lo cual le recordó a aquella incordia soledad que distinguió en aquellos profundos iris. Volvió a sentir la imperiosa necesidad de hacer algo al respecto, de consolarle, animarle, hacerle olvidar sus problemas de alguna manera, para que desapareciera la oscuridad en su semblante y renaciera aquel brillo de deslumbró al concluir la última improvisación.

Lo recordaba hermoso, radiante, incluso ahora tal y como estaba, con el ceño fruncido y las facciones tensas, se le hacía atrayentemente atractivo a la vista. Como si sus cargas eléctricas fuesen opuestas y se llamasen como imanes: sus pupilas marrones y su oscura figura.

- Tú música estuvo genial. - soltó Shōyō con toda la sinceridad del mundo, sorprendiendo al ensimismado príncipe - ¿Puedo llamarte por tu nombre? - agregó una vez llegó a su lado, apoyándose también en el balcón.

El príncipe de Kageyama no se enfadó, tan solo le incomodaba el actuar de ese chico tan impulsivo, era una curiosa sinceridad que nunca había visto antes. Si llegó a este lugar tan apartado, era con el fin de estar a solas ¿No podía entenderlo? No era tan complicado.

- Fuiste demasiado transparente, maldición, me regañaron por tu culpa. - bufó, aquello no era mentira, tampoco es como si le importaba la reprimenda del Rey, solo dijo aquello porque no sabía qué más decir ni qué hacer para apartarlo.

- ¿Disculpa? - le exclamó con ironía ante semejante reclamo - ¡Yo no tuve la culpa! Tú me provocaste, lo hiciste a propósito. - para Shōyō eso último tampoco había sido una mentira, él cantó lo que le provocaba el sonido del piano.

- ¡Tú eras el que cantaba, idiota! Debiste pensar en tus palabras. - volvió a replicar apartando la vista.

- ¿De qué hablas? - Shōyō nunca había pensado los versos que decía en una improvisación, de eso se trataban - Tu tampoco pensabas en qué teclas tocarías. - alegó.

Tenía razón, Tobio tampoco pensaba tecla por tecla, sin embargo, sí lo hacía con los sonidos. A medida que la melodía tomaba color, él inmediatamente creaba un patrón de sonidos coherentes entre sí, lo que pensaba que el príncipe Shōyō no hacía y no entendía por qué.

- Eres un novato ¿Sabes al menos qué es una escala en Do Mayor? - Shōyō le miró incrédulo - No, no lo sabes, eres un idiota, por eso cometiste tantos errores maldición, parecías más inteligente.

- ¡Y tú parecías más respetuoso! ¿Por eso no tienes amigos? - mientras se atacaban mutuamente con estupideces, se acercaron hasta desaparecer la barrera del espacio personal. De alguna manera se estaban entendiendo como "buenos amigos". Atraídos por la extraña rebeldía que desprendía su contrario y repelidos por sus opuestas personalidades... de alguna manera... lograron entenderse sin conocerse en esa pieza de improvisación.

- Yo te enseñaré. - se habían distanciado en medio de la silenciosa pelea de miradas, cuando de repente Tobio soltó su determinación mientras apartaba el rostro hacia el horizonte - Ven conmigo a mi reino, Shōyō.

Un escalofrío recorrió el cuerpecito del más bajo, sus ojos se abrieron con exageración, autorizando a la luna a reflejarse en ellos, reluciendo la emoción que rápidamente afloró en su pecho. Alguien tan genial le estaba proponiendo enseñarle música de verdad ¡Podría aprender cosas nuevas!

- ¡Sí! - atraído por esta radiante sonrisa y deslumbrantes ojos, se acercó nuevamente a su rostro, sonrojando a Shōyō por la cercanía, mas sin apartarse, ya que, de alguna desconocida manera, no le incomodó.

Guiados por sus instintos, no se les cruzó por la cabeza distanciarse, es más, disfrutaron de la extraña sensación. Tobio incluso se tomó la osadía de acariciarle la mejilla al príncipe. Estaba acalorada y era tan suave como la seda, parecía algo sagrado. Solo aquel rose bastó para hacer del nuevo recuerdo, algo especial.

El resto transcurrió en fotogramas irrelevantes de los cuales los príncipes Shōyō y Tobio se sintieron ajenos. El anuncio del discurso de despedida había roto su burbuja de intimidad entre los dos, luego les obligaron a ir con sus reyes y se separaron. No hubo despedidas, ni miradas, ni agradecimientos, solo anhelo de un tercer reencuentro, y el deseo de que fuera tan especial como los otros.

Amor de Reyes ♡Kagehina♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora