1er acto

361 16 8
                                    

A ese punto, Yūri sentía que la cabeza le daba vueltas y un pequeño dolor se había acentuado encima de sus cejas.

El suave ronroneo del motor del avión era tan sólo un sonido lejano, mientras que dentro la poca tripulación se mantenía totalmente en silencio. Pero absorbo de su entorno el joven japonés se encontraba con el ruido de sus pensamientos, sintiendo que ya eran hasta molestos.

¡Y es que no podía evitarlo!

Esa mañana se había despertando pensando que lo más relevante que acontecería en su día sería escuchar a Phichit hablar sobre las aventuras de sus hamster durante la hora de historia. En teoría, era un viernes normal, inclusive había comenzado teniendo clases y estaba regresando temprano a su casa.

Pensó que su padre aún estaría en el trabajo, pero cuando ingresó al modesto departamento su mundo cambió.

En el living había personas totalmente desconocidas para él. Un joven asiático y otro occidental, ambos sentados ante su padre. Apenas pudo ver su rostro su corazón se llenó de preocupación. Las alertas se encendieron en su cabeza, pero no pudo moverse.

—Yūri... Ven, tenemos que hablar.—

Esas habían sido sus palabras. El tono de voz que había ocupado marcaba una tristeza palpable, al punto que Yūri sintió su pecho oprimirse Pensó en retroceder, en escapar de lo que fuera que estaba por acontecer, pero no lo hizo. Avanzó lentamente hasta sentarse al lado de su padre.

Fue allí recién que sus ojos se encontraron con los del asiático que antes había notado. Era una mirada pequeña pero llena de intensidad. Aún así, lo que más había capturado su atención era la marca que se notaba en su cuello. Una profunda cicatriz que marcaba la piel trigueña del sujeto, formando una perfecta y dolorosa cruz.

Desde ese punto había sido como sumergirse en un sueño en donde su vida se desmoronaba como un castillo de naipes.

Todo había sido una mentira.

—Yūri, ¿No puedes dormir?—

El suave llamado lo sobresaltó un poco. Había estado con la mirada perdida por la ventanilla, sumergido en sus cavidades al punto que no lo había escuchado llegar.

Se giró, viendo como aquel muchacho de mirada intensa le sonreía con cierta pena.

—Lo siento... ¿Te asusté?— preguntó de nuevo él, tomando asiento a su par.

Por unos segundos Yūri se sintió indeciso. Sus ojos chocolate transmitía aquella inseguridad observándolo a través de sus lentes, pero el mayor no parecía haberse inmutado. Se mantenía con aquel cálido gesto sobre sus labios.

Tal vez todo aún fuera muy reciente, pero en cierta forma confiaba en él, a final de cuentas había decidido seguirlo. Por lo que optó hablar con sinceridad.

—Está bien, Yuzuru, tan sólo... Estaba pensando.— le confesó, animándose a dirigirle una sonrisa llena de vergüenza.

El otro muchacho soltó un suave "oh" entre sus pequeños labios. Se acomodó con la espalda contra el asiento, ladeando apenas su cabeza en su dirección. Parecía estar considerando las palabras que Yūri acababa de decir, y eso lo hizo apenarse aún más. Pero cuando estuvo a punto de retractarse la voz del otro hombre lo interrumpió.

—Sé que esto es muy complicado de digerir. Para mi lo fue... Pero quiero que sepas que si tienes alguna duda estoy aquí para ayudarte, ¿está bien? Tal vez es pedir mucho, pero quiero que confíes en mí. No voy a decepcionarte.—

Yuzuru poseía una forma única de hablar. Su voz marcaba cada palabra con tranquilidad y le transmitía esa misma sensación al menor. Yūri inevitablemente lo sintió sincero, calmando un poco la ansiedad que había empezado a desarrollarse en su pecho. Le sonrió en respuesta, moviendo su cabeza un par de veces en asentimiento.

Rise as GodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora