Capítulo 2

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II. LA COSECHA

Lena

Lena, Amelie y su madre finalmente llegaron a la Plaza Pública luego de una larga y cansadora caminata. Amelie abrazó a Lena, y su madre la dio un beso de despedida. Se aproximó a un hombre lleno de presencia. Joven, apuesto, melena rubia, hombros anchos y una expresión seria pintada en la cara. Un guardia del castillo, pensó Lena. Tosió un poco para llamar la atención del hombre y le entregó su identificación.

El hombre miró de reojo la identificación de Lena, y dijo sin expresión en su rostro: —Por aquí, Señorita Marrow.

Escoltó a Lena hacia una de las muchas filas de hermosas jóvenes esperando a que llegue el Príncipe. Ninguna parecía tan asustada o preocupada como Lena, eso la dio un poco de alivio y pudo relajarse.

Reconoció varias caras familiares entre las filas, como a Willow Van Burden, hermana de Trina; o Liza Lincoln, una chica que vivía en el mismo pueblo y en varias ocasiones había bajado con Lena al arroyo a lavar las vestiduras de sus familias.

También reconoció caras en el público, esperando ansiosamente a ver a quién elegiría el Príncipe aquel año. Vio a Trina abrazando a su padre; al Señor Olsen, un hombre rico que muy a menudo compraba el queso de cabra que ofrecía la familia de Lena en su pequeño puesto del mercado, y al resto de la multitud, esperando. Pudo ver en sus rostros la preocupación de que el Príncipe pudiera elegir ese año a sus hijas, amigas, o hermanas. Eran los seres queridos de estas chicas, y si eran elegidas, podría sera última vez que las vieran.

Sintió que se vaciaba por dentro a ver las caras sufridas de esas pobres personas. Conocía muy bien como se sentía perder a un alguien a quien quieres en lo profundo, y sentía mucho por todas las personas presentes.

De la nada, Lena sintió que alguien le agarraba el brazo. Ahogó un grito y trató de liberarse, pero la mano no la dejaba. Alzó su mirada, y pudo ver de quien era la mano; uno de los guardias. La arrastró hacia la primera fila, y pudo sentir a su corazón explotando dentro de su pecho, latiendo más rápido al paso de los segundos.

Se encontraba en la primera fila. La infame primera fila. El Príncipe Harry no se molestaba en siquiera mirar a las otras filas, nunca pasaba de la primera. Elegían a las más bellas de la cosecha, y las forzaban a pararse en la primera fila, para que el Príncipe pudiera ver con cuidado a cada una de ellas.

Se encontraba junto a las más bellas hijas de gente con influencia, y señoritas de Clase Alta que jamás haya visto. Chicas con hermosos y costosos vestidos de diseñador, los cuales Lena jamás había imaginado poder darse el lujo de tener. Chicas que nunca tuvieron que levantarse a las cinco de la mañana a cosechar lo que su familia plantaba para que estén frescos a la hora de venderlos en el mercado, quienes no tenían que trabajar arduamente a diario, porque tenían todo a su alcance. Era la única plebeya en la fila. Lo cual le era extraño, el Príncipe tampoco se molestaba en examinar a las plebeyas como ella. Tal vez eso la mantenga a salvo.

La campana de la Plaza Pública empezó a doblar, y todos los presentes hicieron una reverencia al ver que dos majestuosos carruajes estacionaron a solamente un par de metros delante de Lena. Los blancos carruajes con incrustaciones de oro, dirigidos por dos corceles blancos, se robaron el aliento de Lena. El cochero abrió la puerta del primer carruaje, dando paso a su pasajero, y el Príncipe se bajo del mismo.

El Príncipe Harry era, por mucho, uno de los jóvenes más apuestos en la historia Real. Su perfecto pelo color chocolate estaba peinado para atrás, y tenía pequeños rulitos peleando para salir por los costados. Adorables labios carnosos, magnífica sonrisa, soñados ojos esmeralda que penetraban hondo en el alma de quien miraban, y un encantador porte.

The Harvest || h.s. [ESPAÑOL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora