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-Sí, acepto.- Respondió eufórica y me lanzó una sonrisa.

Yo le devolví la sonrisa y miré su estómago que ya estaba tomando forma.

 Las lágrimas me inundaron. 

-¿Aceptas?- Preguntó el padre de la iglesia, tomando mi atención.

Los miré a ambos y lancé mi mejor sonrisa a ambos.

-Acepto.- Contesté.

Todos los de nuestro alrededor rieron y gritaron unas palabras de aliento.

Lo que más necesitaba en ese momento era correr y correr hasta perderme en los bosques más cercanos de aquí. No quería que nadie presenciara lo mal que me encontraba, pero me quedé ahí, quieto, aún con la frente en alto, suspirando y viendo a todos sonreír y abrazar a Carly.

Mamá se me acercó y se colocó a un metro de distancia y así se me quedó observando. Yo le negué con la cabeza y le sonreí como ya venía haciendo desde dos meses.

Quería gritar, decirle a Carly que no, que quería irme de ahí, pero algo me mantuvo atado, algo me sostenía los pies.

Solo mamá notó lo que sucedía y me tomó por los brazos y se los enrolló en su cintura. Olía a infancia, a recuerdos, a refugio.

-Sé valiente, amor.- Me dijo.- Yo sé que lo serás.

Asentí sin dar una palabra porque mi vista se empezó a nublar de lágrimas. No quería llorar, quería demostrar que yo quería quedarme, pero ahí en los brazos de mamá, salió Sanders, el chico que quería correr entre las sombras y que nadie lo viera.

Looking for youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora