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—Fueron un niño y una niña, señor. — informo uno de los mogekos temblando un poco —Nacieron hace tres días en una de las aldeas del sur.

El rey del castillo saboreaba el tequila que tenía servido en un vaso, escuchando atentamente aquello.

—Varias de nuestras tropas lograron rodear el hospital donde estos se encontraban, pero, de alguna forma lograron escaparse. — continúo explicando el mogeko.

Todo eso había sido muy raro. Tenían no solamente el hospital rodeado, sino toda aquella aldea estaba llena de montones de sus tropas, así que ¿Cómo demonios era posible que se hayan podido escapar sin dejar rastro alguno? Lo único que habían logrado encontrar como prueba de que habían conseguido huir, era los cadáveres de algunos de sus soldados, que estaban afuera de un establo, cerca de aquella aldea y de la villa de las brujas. Algunos de aquellos mogekos habían sido rebanados o decapitados por la katana del ex guardián del VII piso, pero otros, por alguna razón, tenían profundos rasguños y mordidas de algún tipo de animal.

—¿Hace tres días? — cuestiono el contrario.

—Si, señor.

El cuarto quedo en silencio mientras mogeko analizaba bien esas palabras, para un par de segundos después levantarse hecho una rabia y lanzar con fuerza el vaso contra una de las paredes haciendo que éste se rompiera en el acto.

—¿¡Y por qué demonios no los han atrapado!? ¿¡Qué acaso esperan una carta de invitación!? ¡Búsquenlos hasta debajo de las piedras si es necesario! ¡Quiero a esa chica, al defectuoso, y a ese par de engendros aquí ahora mismo!

—Si, señor. — menciono el mogeko tratando de no tartamudear.

—¡Largo, imbécil! — grito el rey al ver que el mogeko seguía ahí parado viéndolo. Éste solo asintió y salió rápidamente de los aposentos de su majestad.

El rey estaba totalmente rojo de ira. Por más que los años pasaran, él seguía sin entender bien que era lo que le pasaba. ¿Por qué con las tantas jóvenes que pisaban ese castillo, él seguía deseándola a ella? ¿Por qué los llameantes ojos de ésta seguían quemando su alma?

Bueno, la respuesta era muy fácil: Yonaka era preciosa. Tenía grandes atributos físicos y un hermoso rostro que no tenía imperfección alguna. Yonaka poseía una gran belleza, propia de una reina. Aparte de que ésta había mostrado una fuerza y valentía que ninguna otra joven que haya pisado esas tierras había mostrado antes.

Tal vez el hecho de que fue una de las pocas chicas —o quizá la única— que había logrado escapar de él, y que había huido con su contraparte, hacía que aun la deseara tanto. Un deseo tan ardiente que iba a acabar por consumirle y volverle cenizas.

Aquella joven había encendido una llama en él que ardía como fuego de infierno en su piel. Llama que acabaría quemando su carne y hueso si no hacía algo al respecto.

El sol atrapado en su negro cabello ardía en él sin control. Aquella chica lo estaba volviendo loco al punto que ya hasta podía sentir sus patas contorneando con firmeza las caderas y los pechos de ésta; podía escuchar sus gemidos y llantos; podía saborear su piel ardiente, emperlada en sudor. Ya podía sentir como la hacía suya.

Yonaka era una joya, la más bella reliquia, y por eso, le hervía la sangre al saber que tan hermosa joya estaba en las sucias manos de aquel defecto verde.

Cuando los atrapara, ya no solo iba a asesinar a aquel traidor, iba a hacer de sus días un infierno, tanto que hasta el mismo Nega-Mogeko iba a suplicarle de rodillas que lo matara.

Y en cuanto a aquel par de bastardos, al niño lo convertiría en bocadillo. Encadenaría a sus progenitores frente a la jaula de los mogekos locos, para que estos escucharan claramente el sonido de los filosos dientes de montones de mogekos arrancando ruidosamente la delicada piel de la criatura.

Mientras que a la niña la convertiría en uno más de sus juguetes, al igual que a su madre. Tendría su sello personal. Haría con esa niña lo que no pudo hacer con Moge-ko. Todo en presencia del defectuoso.

Si; eso haría. Iba a atraparlos así tuviera que quemar cada aldea del reino.

«¡Oh gran prosciutto, ten piedad de ella!»

«¡Oh gran prosciutto, ten piedad de mí!»

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Espero que les haya gustado :3 Me inspire en la canción de Hellfire del soundtrack del Jorobado de Notre Dame, porque por alguna razón siento que el rey mogeko se parece a Frolo (o Frollo, no se como se escribe) xd ... y pues eso v:

Y ahora sí, me desapareceré como un mes de esta historia para poder escribir otras tres partes :v

Children. «Mogeko Castle»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora