Extra: Frazada de Unicornios

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Se habían pasado la hora de dormir hace rato. No había sido a próposito, en realidad se habían dormido a la hora que correspondía pero había surgido un inconveniente cuando en medio de la noche Alec aplastó a Kiah mientras dormían las tres abrazados en la cama de Magnus. Y como buen padre, el pequeño de los Bane se había echado a llorar, haciendo a Alec también llorar de culpa, y terminando ambos comprobando el pulso inexistente del peluche, abrazándolo y pidiéndole disculpas que no serían contestadas por obvias razones.

Habían llegado a la conclusión que Kiah no dormiría con ellos esa noche, no en su cama. Aún asustados por haberla lastimado, buscaron otras alternativas que los dejara tranquilos cuando fueran a dormir y que Kiah no estuviese incómoda al momento de echarse su siesta.

Alec había sugerido a los pies de la cama, pero Magnus había dicho que podría caerse en la noche, golpearse y ellos no estarían despiertos para salvarla. Alec tragó saliva preocupado y asintió, de acuerdo, buscando otras opciones.

Luego Magnus sugirió ponerla en su casita de muñecas, pero cuando ambos se acercaron un Presidente Miau bebé les maulló enojado cuando notó que intentaban colocar a un polizón en su mini residencia.

Descartaron otra idea más de Magnus y luego la idea de Alec de dejarla dormir en el suelo, que fue rápidamente rechazada por Magnus que tenía miedo que el monstruo bajo la cama su llevase a, por el momento, su única hija.

Llegaron a la conclusión de que ningún lugar era apto para cuidar la vida de su hija, nadie más que ellos podrían mantenerla a salvo.

La melodía proveniente de la habitación de su hermana había acabado y solo podía sentirse el silencio en toda la casa, provocando que la pareja de niños hablase con susurros y señas. Magnus movía sus pies, bailando distraídamente, la canción aún sonando en su memoria y repitiéndose como disco rayado una y otra vez.

Alec veía encantado como su novio danzaba en silencio bajo la luz de la luna y miles de estrellas, como su cabeza se movía en sincronía a la canción que no se iba de la cabeza de ninguno de los dos.

Magnus detuvó su baile y le miró, sonriendo. Él también sonrió.

-Sé dónde puede dormir la princesa vaquita.

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El pasillo estaba oscuro y a Alec le ponía los pelos de sus brazos en punta, sumamente inquieto mientras miraba a todas direcciones y apretaba fuertemente la mano de Magnus y a Kiah contra su pecho en un gesto protector.

-Magnus-susurró, muerto del miedo mientras era conducido por su novio en la oscuridad, buscando la puerta indicada. Se sintió un poco aliviado cuando debajo de una puerta se dejaba filtrar una luz de noche y Magnus le condujo allí. El moreno tomó la perilla entre sus manos y la giró, siendo iluminados apenas por la luz de noche de la habitación de su hermana mayor y cerrando la puerta tras ellos con rapidez y algo de miedo.

Alec se detuvo un momento a apreciar el lugar, parecía un pequeño circo lleno de colores azules, rojos y amarillos. Era hermoso como las telas doradas caían del techo, algunos tutú de colores pasteles colgados pulcramente en un armario que estaba con las puertas abiertas y podías ver distintas galeras extravagantes, dignas de el Sombredero Loco, combinado con trajes de cualquier color, con purpurina y sin ella. Mayas brillantes y con grabados raros. Aros, sogas y cintas. Incluso pudo ver peluches de tigre, elefante y jirafa.

Magnus no parecía tan impresionado, podías ver que se sentía a gusto y estaba encantado, pero la costumbre de ver aquello estaba también en sus ojos mientras que Alec tuvo que contener un sonido de impresión.

-Aquí huele a dulces...y a sueños-le susurró Alec a su novio.

Magnus se giró para mirarle-. Claro, ¿nunca estuviste en el cuarto de una niña?

Sabor A Chocolate [Malec/AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora