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Sus pasos andaban sin rumbo, resultó ser una mala idea salir a jugar a mitad de la noche en un bosque rodeado de nada más que arboles idénticos.

Su mirada se encontró con una cabaña de madera, sin pensarlo se acercó a ella con esperanzas de quien viviera allí lo llevara de vuelta a su campamento.

Sus pasos perdidos avanzaron torpemente hasta llegar a la entrada de la puerta y sin pensando su pequeño puño tocó un par de veces la puerta esperando a que alguien la abriera.

Una risa burlona se escuchó dentro de aquella cabaña mientras que pasos descalzos rechinaban al llegar a la puerta.

—Toc, toc, toc.

Dijo aquella voz entre risas esperando la respuesta de su visita.

El niño por su parte frunció el ceño confundido y volvió a tocar tres veces la puerta.

—Toc, toc, toc, toc. —aquella mujer hablaba mientras tocaba, pero eso pareció divertirle al pequeño que tocaba la puerta.

—Toc, toc, toc, toc, toc. —El niño dio cinco golpesitos siguiendo el juego de aquella mujer.

—Toc, toc, toc, Toc, toc, toc. —esta vez la dueña de la cabaña dio seis golpes.

El pequeño niño rió con inocencia cayendo en el juego, pero los oídos de la extraña mujer lograron captar que la presencia de dicho visitante era un niño, los niños eran su mayor debilidad, los niños eran mucho más dulces que los adultos.

La puerta rechinó al abrirse, dejando al recubierto la figura de la extraña mujer.

—¿Quieres probar mis dulces?

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Dulcinea 🍬 «BTS»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora