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🎡 «El lugar donde existimos» 🎡

El parque comenzaba a vaciarse, cada vez eran menos los juegos que permitían el acceso y las tiendas cerraban unas tras otras luego de despedir a sus últimos clientes. Hacía poco los altavoces habían invitado a todos a retirarse, repetían las rutas a los hoteles o los caminos a las salidas, antes de que las grabaciones terminaran les deseaban a sus visitantes una excelente noche y los animaban a regresar al salir el sol.

Luhan sabía que no estaba bien pasear por ahí cuando el horario se acercaba a su final, pero no había mucho que pudiera hacer mientras un rubio sexi tiraba de su mano. Haciendo alarde de lo bien que conocía el lugar, Sehun lo guiaba a través del laberinto de callejones, sorteando las avenidas principales y los puestos de vigilancia, deteniéndose sólo cuando veía a algún visitante perdido y se acercaba a asistirlo.

Así cruzaron de Edimburgo a Berlín, una tierra congelada que recordaba tanto al pueblo alemán como a los eventos que el guardián del hielo vivió en los cómics. El castaño habría deseado más tiempo para explorar aquella parte del parque, pero Sehun tenía otro destino en mente y tampoco era como si tuvieran minutos para perderlos, a menos que quisieran que los de seguridad les pillaran.

—¿Pista de patinaje? —leyó Luhan, al pie del enorme edificio que se alzaba frente a ellos. Su compañero asintió con la cabeza y lo animó a que rodearan la construcción para ingresar por la puerta del personal.

—La verdadera magia ocurre en Navidad, hay un espectáculo de luces y es como jugar en el mismísimo salón de Elsa en Frozen —Sehun comentó, justo cuando se detenían frente al acceso a las escaleras—. Hay que bajar y la próxima puerta que atravesemos nos llevará a nuestro destino.

—Y, ¿qué esperamos?

—No será una sorpresa si vas leyendo los señalamientos. Debes prometerme que no abrirás los ojos hasta que estemos allá y como no podrás bajar a ciegas, también necesito tu permiso para ayudarte a llegar.

Parecía un poco exagerado suponer que le sería imposible bajar sin ayuda, pero cuando Luhan echó un vistazo y descubrió que las escaleras descendían casi tres pisos en caracol, decidió que ni aunque pudiera ver se arriesgaría a ir solo. Cerró los ojos con fuerza y esperó a que Sehun abriera la marcha. Antes de que dieran un paso, la mano del rubio se zafó de su agarre y lo siguiente que supo fue que lo levantaba en brazos.

—¿Q-Qué haces?

—Ayudo a la princesa —sonrió el menor.

—Yah, soy un chico —Luhan se quejó, mientras le pasaba los brazos por el cuello.

—El más precioso de todos —convino Sehun—, y aun así eres mi princesa.

No le dio tiempo a replicar, adentrándose por el hueco de las escaleras y comenzando el descenso, hacia un destino que sólo él conocía. Pasaron largos minutos hasta que llegaron abajo, Sehun en ningún momento se detuvo o dio muestras de pasarlo mal con él en brazos, aunque Luhan sabía que debía ser difícil cargarlo pues no era lo que se decía, un tipo de poco apetito. «Ya mañana empiezo la dieta» se dijo.

Un instante después, Sehun indicó que podía bajar y le sostuvo mientras se equilibró para evitar que terminara en el suelo. Luhan abrió los ojos, parpadeando para acostumbrarse a la luz azul y sólo cuando el paisaje adquirió nitidez comprendió que se hallaba plantado en una tierra mítica, repleta de aguas claras y habitada por seres marinos. Se trataba de algo tan hermoso que costaba creer que fuera real.

—Bienvenido a Atlantis, precioso.

—Y-Ya no estamos en EXO World, ¿cierto? —preguntó y aunque podría haberse reído por la tontería que acababa de escuchar, Sehun le ahorró las vergüenzas y deslizó los brazos alrededor su cintura, apoyando la barbilla sobre su hombro.

De carruseles y Sehun || HunHan ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora