Capítulo 1

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Habían pasado tres años desde que Buffy dejó la caza de vampiros, simplemente se paseaba por las ruinas de la ciudad que había sido su hogar durante tantos años, aparentemente sola, pero un personaje del pasado la observaba desde las sombras.

Ese lugar le recordaba viejos momentos. Cerró los ojos con fuerza para hacerlos desaparecer de su mente porque, aunque muchos fueran placenteros, era consciente de que aquellos tiempos jamás volverían y no quería ponerse nostálgica.

A veces sentía que los años habían caído sobre ella como mil kilos de hierro, y cuanto más echaba la vista atrás, más le aterraba lo rápido que todo había pasado. Lo mucho que había madurado y lo escueta, prácticamente inexistente, que había sido su adolescencia.

Recordaba a su madre, el instituto, Xander, Willow, Giles, Cordelia, Ángel, Faith, la universidad, Dawn, Anya, Tara, Riley, Spike...
Ahora le resultaba todo tan lejano.

Todas las muertes de seres queridos, que en su momento tanto la rompieron por dentro, ahora apenas era un ligero ardor que crecía en su pecho cada vez que las recordaba. Incluso la de Spike cada día le resultaba más distante, tanto que en ocasiones temía olvidarlo, olvidar sus rasgos, su voz, su tacto...

Sacudió la cabeza para dejar esos pensamientos atrás y siguió caminando.

El chico estaba seguro de que era ella. Su pelo rubio, ondulado, sedoso a la vista, sus ojos azules verdosos, que brillaban como dos grandes esmeraldas en medio de la oscura noche. Pudo percibir en ellos cierta tristeza.
Tuvo ganas de acercarse, de hablar con ella, había muchas cosas que querría haberle dicho antes de que la muerte se lo llevase, pero no hubo oportunidad, no hubo tiempo suficiente.
Nadie les avisó de que aquella noche sería la última, de que ese abrazo sería el último. De que ese "te quiero" sería el último.

Había pasado tanto tiempo, que Spike no se atrevía a dejarse ver.
Buffy pensaba, no, sabía que estaba muerto y Spike temía por las consecuencias, pero sobre todo por la reacción que ella pudiera tener al descubrir que él había regresado.

Muy probablemente, ninguno de los sentimientos que Buffy conservara hacia él fueran positivos.
"Quizás me ha olvidado", pensó el rubio.
Spike se sentía muy egoísta. ¿Cómo podía siquiera contemplar la posibilidad de descubrirse ante Buffy, sabiendo todo lo que estaba en juego?

La chica decidió marcharse de aquel lugar que le traía tantos recuerdos de su adolescencia, de su madre, del instituto, pero sobre todo de Spike, que se sacrificó por salvar el mundo, por salvarla a ella. Se giró dándole la espalda al lugar donde estaba escondido el chico y comenzó a caminar, alejándose cada vez más.

Una vez Buffy hubo estado a una distancia prudencial, él salió de su escondite y avanzó unos pocos pasos para observar cómo la figura de la chica se iba difuminado en la espesura de la noche. Suspiró nostálgico.
Deseaba salir corriendo tras ella, abrazarla y decirle todas las cosas que siempre había querido confesarle, pero que por diferentes circunstancias nunca llegó a decir. Pero no podía, sabía que eso solo complicaría las cosas y lo último que quería era poner a Buffy en riesgo.

La última vez que estuvieron juntos fue cuando Spike se sacrificó para salvar el mundo, destruyendo La Boca del Infierno y a sí mismo, por ella.
En aquel momento de tensión lo único que llegaron a decirse fue "te quiero" , y desde ese momento no volvieron a verse. Tras ello, Buffy dejó de ser la cazavampiros y el cargo pasó a otras jóvenes.

A pesar de eso, ella y sus amigos habían permanecido juntos todo este tiempo.

Había ido allí sola puesto que ni Willow ni Xander, ni su hermana Dawn, tenían el coraje suficiente como para regresar a aquel lugar. Ella, sin embargo, se veía en la obligación moral de ir de vez en cuando, con tal de asegurarse de que La Boca del Infierno continuara inactiva.

Spike llevaba soñando con aquel momento todos y cada uno de los días durante esos tres años, con el momento en el que Buffy y él se reencontraran, y había ensayado demasiadas veces lo que le diría si aquello llegaba a ocurrir; pero ahora que ella estaba apenas a unos metros de él, no podía o no debía acercarse.

De pronto un recuerdo doloroso atravesó su mente, como un afilado cuchillo: el momento en el que él le indicaba a Buffy que se fuese, que debía hacerlo solo.
Ella tenía que salvarse, todos la necesitaban, sobre todo Dawn, su hermana pequeña. Casi podía verla corriendo, sabiendo que seguramente nunca volvería a verla.

Cerró los puños con fuerza, tratando de resistirse a ir tras ella, pero uno de sus pies avanzó casi sin él percatarse, y pocos segundos después se encontraba corriendo irremediablemente hacia donde la había visto marchar.

Buffy sentía que alguien o algo la estaba persiguiendo, así que empezó a aligerar el paso. A pesar de que La Boca del Infierno había sido destruida; llevándose consigo todos los vampiros, demonios, monstruos y seres paranormales de la zona; no estaba segura de que el lugar no hubiera sido habitado por otros posteriormente, y no tenía ganas de meterse en peleas, estaba desarmada.

Cada vez lo notaba más y más cerca, tanto que podía oír el sonido de sus pasos apresurados. Buffy se puso a correr lo más rápido que pudo, pero su persecutor tenía una clara ventaja física.

Spike podría correr más rápido y alcanzarla en cuestión de segundos, pero le gustaba esa sensación de depredador persiguiendo a su presa.

Desde su regreso a lo que quedaba de Sunnydale no había podido asustar, ni atacar a ninguna persona, ni prácticamente a ningún ser vivo.

Nunca nadie pasaba por allí, ni animales, mucho menos personas.

Desde luego, él no pretendía hacerle nada, solo quería aspirar ese delicioso olor a miedo humano que ella desprendía en esos momentos.

Buffy empezaba a cansarse, ya no estaba en tan buena forma como antes, era consciente de ello. Sabía que su persecutor, tarde o temprano, la alcanzaría y tendría que dejar de huir y enfrentarse a lo que quisiera que fuese.

Spike pensó que era el momento de darla caza. Empezó a correr más rápido hasta que estuvo a uno pocos metros de distancia de ella.
De un momento a otro Buffy se paró en seco y se giró ágilmente de un salto, dispuesta a enfrentarse a su persecutor. Lanzó un puñetazo hacia donde se encontraba, sin fijarse en quién era en realidad.

Spike, que había previsto su movimiento, consiguió pararlo con la mano aparente sin esfuerzo. Buffy se quedó paralizada.
No. No podía ser él.
Él estaba muerto, lo había visto morir. ¿Cómo era posible que ahora estuviese allí como si nada?
"No. Son imaginaciones mías. No. Es otra criatura que ha adoptado su imagen", pero en ese momento ninguna le vino a la mente.

No obstante, el chico no se movió ni intentó atacarla. Ella miró sus ojos. Aquella mirada no podía pertenecer a nadie más que no fuera él, lo sabía, lo reconocía. Pero eso era aún más confuso.

Después de tanto tiempo sin verle, aparecía sin más, la asustaba y se quedaba ahí delante de ella, mirándola fijamente de esa manera, que hacía que sus piernas flaquearan. ¿Qué sentido tenía todo aquello?

Rápidamente esos pensamientos pasaron a un segundo plano. Era él, sin duda alguna, y estaba ahí, estaba "vivo"; y en el fondo de su corazón aquello la tranquilizó y le hizo dar un pequeño suspiro de alivio sin ella quererlo.

Ninguno supo qué decir entonces.
Buffy se puso nerviosa e intentó mirar en otra dirección, pero sus ojos estaban perdidos en los del chico y no era capaz de sacarlos de ese mar lleno de nostalgia y tristeza. Ella supo con exactitud, en aquel mismo instante, las ganas que tenía de volver a verla, cuánto la había echado de menos y cuánto había sufrido todo ese tiempo en su ausencia.

Finalmente él rompió el silencio.

—Buffy, eres tú. —dijo con dificultad. Nada más salió de su garganta.

—Sp, Spike... —respondió Buffy titubeante.

Se estuvieron mirando durante lo que pareció una eternidad.
El ambiente lentamente comenzó a relajarse, y poco a poco sus cuerpos se fueron acercado, como atraídos por una fuerza magnética, hasta que ambos se fundieron en un largo y cálido abrazo, con el que se dijeron todo lo que con palabras no se atrevían.
Ninguno de los dos pudo contenerse y rompieron a llorar, sin soltarse el uno del otro.

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