Capítulo 5: La maldita hostería

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— Así que donde tu tía...

Nicanor se acarició el mentón con expresión pensativa mientras miraba la carta. La carta total y enteramente falsa que había creado hace un par de horas atrás. Durante esa tarde había estado tan concentrada creándola que ni se le había ocurrido pensar en qué pasaría si algo saliera mal. Cosa que ahora hacía mientras miraba a Nicanor leer la carta por segunda vez.

Sentía el corazón a mil por hora y el tiempo pasar muchísimo más lento de lo común, veía cómo los ojos de Nicanor se movían de izquierda a derecha, un poco más lentos que el sonido del segundero del reloj de pared.

Había algo en contra y algo a favor; lo primero era que su marido era comisario de la policía nacional y si había alguien en el pueblo que pudiese darse cuenta de que la carta era falsificada, sin duda era él. Pero por otro lado, a su favor tenía el simple hecho de que era su esposa y naturalmente no desconfiaría de ella, por lo que bajaría sus defensas y habría detalles que pasaría por alto.

¿Cuál de las dos cosas influenciaría más si las ponía en la traicionera balanza del azar? 

Nicanor dejó la carta sobre la mesa y la quedó mirando con una mueca de decepción, Bárbara dejó de respirar en ese instante. Apoyó la espalda en la pared y enfrentó su mirada sin cambiar la expresión tranquila que tenía antes. Su marido bajó la cabeza y dejó escapar un suspiro. El silencio se hizo largo y tan denso que se podía cortar con un cuchillo.

— ¿Qué pasa? —Preguntó Bárbara después de un rato.

— Estaba pensando. —Contestó él.

— ¿Qué pensabas? —Se le acercó y se sentó a su lado con precaución.

— Mira, Bárbara...—Comenzó con voz seria—Me vas a tener que perdonar.

— ¿Por qué? ¿Qué pasa?

— Tengo demasiado trabajo, creo que lo sabes. —Ella asintió con la cabeza lentamente— Yo no puedo aceptar esta invitación tan apresurada de tu tía y simplemente irme a Santiago. Aun así puedo ver por lo escrito en la carta que de verdad necesita urgente que vayamos... pero creo que contigo sería suficiente. —Se encogió de hombros, excusándose—Yo no estaría tranquilo allá sabiendo cómo están las cosas aquí. Lo siento tanto Bárbara, tendrás que ir sola.

El alivio que sintió calmó completamente la tensión que apretaba sus músculos y ladeó la cabeza para dejar escapar discretamente un suspiro. 

  «Bien, perfecto». Pensó aliviada, sin aparentarlo.   

Con eso, la primera parte estaba lista, su plan había funcionado, era tan buena como para engañar al comisario de la ciudad, era tan buena como para engañar a su propio marido en su propia cara. Se sentía tan poderosa que la culpa no la encontraba por ninguna parte, pero aun así se concentró en mantener la cabeza fría, porque no estaría ni tranquila ni bien hasta el momento en que se encontrara con Mercedes frente a frente.

Le sonrió a Nicanor y mientras seguían conversando se levantó para invitarlo hasta el comedor y en un ambiente muy tranquilo ambos cenaron. Él sin sospechar nada y ella ya armando su próxima estrategia.

Un par de horas después, una vez que la adrenalina del momento desapareció, Bárbara rememoraba la conversación con miedo. Estaba en su habitación terminando de ordenar las cosas que se llevaría para el viaje, era cerca de medianoche y Nicanor se había marchado a la policía para seguir trabajando durante la noche. Esa vez no le dijo ningún comentario venenoso, a pesar de lo mucho que odiaba que se fuera y la dejara sola,  sentía que esa noche estaba bien si permanecía fuera; ya que ella necesitaba pensar y organizarse, y para eso necesitaba estar sola. 

Donde pueda verte  {Barcedes}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora