Capítulo 6: Derrumbe

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Mercedes, Mercedes, Mercedes.

Podía verla, podía ver su ondeado cabello castaño, esa piel blanca y suave, sus ojos verdes, llenos de dudas, de miedo, de incertidumbre. Primero creía que simplemente era el reflejo natural de sus ojos, pero a medida que la iba conociendo podía poco a poco identificar en ellos ese tipo de cosas que no le decía a nadie, esos miedos que quizá ni ella misma nunca se había percatado que existían.

¿Por qué no hizo nada antes? Se preguntaba. Lo presentía, levemente lo sabía, pero nunca lo había racionalizado conscientemente; el problema estaba ahí, dentro de la castaña, y ella tampoco había sido valiente para preguntarle qué andaba mal en ella ni qué podía hacer para ayudarla.

Era una obstinada, de seguro quería encontrar ella la respuesta antes de que alguien se la diera, probablemente se encerraría del resto para intentar darle un sentido a las dudas que tenía.

Quizá de verdad era ella misma la única persona que podía tener las respuestas.

Eso pensaba mientras la miraba caminar al frente de ella. Estaban en la habitación y Mercedes se encontraba mirándose al espejo mientras portaba una expresión pensativa y andaba por la habitación bajo un ritmo lento y repetitivo. Entre sus dedos tenía un pedazo de chocolate que iba mordiendo de a poco a medida que continuaba con su paseo.

No quería interrumpirla, no creyó que debiera interrumpir un momento tan íntimo y reflexivo, por lo que se quedó lo más quieta posible y se quedó observándola. Por un segundo se preocupó al dudar de si realmente estaba ahí o no; si era simplemente una espectadora del momento, una intrusa o si realmente estaba allí compartiendo con la directora. 

Se miró las manos y para su alivio comprobó que era igual de material que el resto de las cosas a su alrededor. Algo más tranquila se deslizó sobre la cama muy lentamente y se acomodó de lado, siendo muy cautelosa con sus movimientos se preocupó de no hacer ningún ruido para no alterar a Mercedes.

Se sentía adormilada, casi a punto de dormirse, pero se concentró en seguirla con la mirada sin perder detalles. La habitación estaba cálida y una lámpara en el techo alumbraba la mayor parte del cuarto, dejando en penumbra las esquinas, que se desdibujaban perdiéndose en la negrura.

La menor pensaba y pensaba, desde encima de un mueble iba sacando pedacitos de chocolate y se los comía con lentitud, a veces se quedaba al frente del espejo por varios minutos, con la mirada perdida y sin mirarse realmente. En momentos específicos murmuraba palabras muy bajito y se acariciaba los parpados.

Le parecía estar mirando una película por lo que estaba sumamente entretenida viéndola, notando su respiración, las veces en que parecía cambiar de opinión de lo que sea que estaba pensando, o las veces en que parecía tener un debate interno y se quedaba quieta con el ceño fruncido hasta que aparentemente lo resolvía y asentía levemente convencida con la cabeza. 

Finalmente, sacó el último pedacito de chocolate sin darse cuenta y luego de dar un par de vueltas pasó los dedos nuevamente por el mueble y salió de su estado de reflexión al darse cuenta de que no quedaba más. La espectadora, completamente entretenida, dejó escapar una risa en ese momento y Mercedes se giró a mirarla un tanto sorprendida.

— ¿Qué haces?

— Te miraba. —Contestó sinceramente y sin dudar.

La Moller le sonrió algo perpleja, y notó como sus mejillas se tornaron de un color rojizo.

— ¿Estuviste mirándome todo este tiempo? —Se acercó a la cama y se sentó. — ¡Ay, qué vergüenza, Bárbara! —Se tapó la boca riéndose y luego le pegó una palmada a la cama, frustrada—Estaba segura qué dormías.

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