Capítulo 2: Preámbulos

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— Resulta que me iré un tiempo a Santiago. —Murmuró con voz suave, mirando directamente los ojos de su padre.

— ¿Perdón? —Preguntó de inmediato él, con tono de dudar si le había escuchado bien.



Esa mañana, después de estar cinco minutos paseándose por el pasillo al frente de la puerta de la oficina de su padre por fin lo había soltado. Luego de formarse un sinfín de distintos diálogos en su cabeza y posibles respuestas, finalmente había decidido entrar, saludarlo y soltarle la noticia como si de una bomba se tratase.

Llevaba varias horas despierta, se había quedado en vela hasta la hora del alba y después de eso había decidido levantarse. De alguna forma se las había arreglado para estar presentable y sin ninguna señal de adormecimiento, a excepción de una mínima sombra de ojeras bajo sus ojos que había sabido disimular con maquillaje. 

Todo lo que había pasado esa madrugada le daba la impresión de haber sido la continuación de algún sueño muy lúcido, pero cuando los primeros rayos de sol atravesaron la ventana e iluminaron su cuarto pudo ver cómo tomaban una consistencia real, tangible. No importó lo mucho que se pellizcara los dedos, las manos o lo brazos, todo parecía pertenecer al plano de la realidad.

No fue fácil asumirlo. Tomó un largo baño de tina esperando que el tiempo le quitase la idea de la cabeza, colocó incluso varias velas aromáticas importadas que eran tan lujosas que honestamente nunca pensó en abrirlas a no ser que se tratara de una ocasión extra-importante. Lavó cada centímetro de su cuerpo, con cuidado y esmero, atenta a cada detalle, como si fuese un reptil cambiando de piel, esperando a que la idea se evaporase o al menos perdiera intensidad.

Pero no había forma. Todo lo que pensaba era ahuyentado por la motivación propia del viaje, convirtiéndose en un objetivo más que obligatorio que la arrastraba de manera instintiva, siendo algo en lo que su opinión no tenía nada de peso.

Sumergió la cabeza completamente en el agua hasta no poder aguantar más la respiración, y repitió la acción tres veces más. Su cabello castaño mojado le tapaba completamente la vista, y se quedó así, empapada en la oscuridad por varios minutos.

Creía que tenía mucho en qué pensar pero todo era demasiado simple, bastaba con ordenar un par de cosas, tomar un tren y ponerse a trabajar. Quizá no era lógico ya que jamás le había ocurrido que alguna idea tirara de ella físicamente como si fuese una cuerda invisible, pero indudablemente era algo muy sencillo.

Reflexionó respecto a la posibilidad de aplazar todo, para no hacerlo de forma brusca. De un día para otro, ya que pensaba que sería sospechoso. ¿Pero qué era lo sospechoso exactamente? ¿El hecho de que no solía hacer esas cosas? Estaba harta de andar cuidando los pasos qué daba y las cosas que hacía siendo que nunca había hecho nada malo.

Nuevamente sentía que estaba ocultando algo.

Al salir de la tina se hizo un masaje en el cabello y se vistió con lentitud en su habitación. Mientras lo hacía no podía dejar de voltear a ver la valija en una esquina, apoyada en la pared. Le daba la sensación de que iba a desaparecer en cualquier momento si la dejaba ahí, así que la levantó, le sacudió un poco el polvo que tenía y la dejó abierta sobre la cama que estaba ordenada.

Luego de maquillarse y peinarse, por costumbre bajó al comedor a tomar desayuno, sumida en un trance quizá provocado por la falta de sueño hizo todo automáticamente, tanto que si de casualidad alguien le preguntaba qué había comido no era capaz de asegurarlo. Al terminar volvió a su habitación y ordenó un par de cosas al lado de la valija, fue allí cuando decidió que lo más prudente era ir de inmediato a informarle a su padre, cómo le correspondería hacer con cada decisión importante que tomara.

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