Capítulo 3: Cobarde

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El reloj indicaba un poco más de las seis de la tarde y el sol empezaba su lento descenso en el horizonte. Desde las mesas se escuchaba el sonido reconfortante y cotidiano de varias conversaciones al unísono, el ajetreo de los meseros y el aroma cautivante de la comida recién preparada. Caminó con expresión distraída en esa dirección mientras pensaba en qué le apetecía comer en esos momentos, siendo justo en ese instante cuando notó la puerta abrirse y unos pasos de tacón en la madera.

— Hola Mercedes, ¿tienes un momento?

Escuchó mientras la sujetaban delicadamente del brazo, la identificó de inmediato por su voz y por la manera única e irreconocible en que la tocaba. La saludó un poco sorprendida. La verdad es que la pillaba justo en el momento en donde se encontraba más desorientada producto de la falta de sueño y de la enorme cantidad de energía que había gastado dando vueltas por su habitación buscando lo adecuado para llevarse.

Bárbara, Bárbara, Bárbara. Ahí estaba ella, con un vestido ceñido negro y encima una chaqueta abierta color azul oscuro. Sintió por unos segundos que se le apagaba la cabeza mientras la observaba, enfocándose en sus pestañas, en sus labios. Esa era otra de las cosas de las que tenía qué encontrar una respuesta, porque no se explicaba la carrera que se ponía a hacer su corazón con sólo verla.

— Oh... Hola, Bárbara.

Le dio un beso en la mejilla y la invitó a tomar asiento en el comedor, mientras caminaba le levantó la mano al mesero para llamar su atención. Esperó a que ella se sentara para colocarse al frente y le sonrió levemente. Al llegar el mesero pidió un café con un trozo de pastel y su amiga imitó su orden.

— Qué gusto verte, ¿a qué viniste? —Le preguntó mientras esperaban.

— Quería verte. —Contestó ella.

Sintió en pocos segundos un calor en sus mejillas y dejó escapar una risa nerviosa. Bajó la vista y luego la volvió a subir para clavarse en los ojos color chocolate de su amiga, la miraba tan profundamente que la hacía quedarse sin aliento.

— Ah... ¿Para algo en particular? —Atinó a decir.

— No, simplemente quería verte.

Era tan agradable. Luego de eso, ambas mujeres conversaron varios minutos del colegio y de cosas no muy profundas. Mercedes internamente se debatía si debía contarle o no que iba a irse por un par de semanas. Al igual que antes, pensaba que le tomaría demasiado tiempo el intentar contarle qué había pasado esa madrugada, y además había otra razón también; tenía miedo de mostrarse tal cómo era, porque no sabía quién era. ¿Cómo podía quererla así?

Para quererla tenía que irse a buscar respuestas, y cómo en esos momentos no tenía ninguna no sabía exactamente qué decirle, ni qué explicación darle, lo más seguro es que no se lo tomara bien o que quisiera una explicación lo más detallada posible, cosa que no tenía.

Después de contestarle sin querer en puros monosílabos, llegó el mesero con el pedido, momento en donde despabiló un poco y se enderezó en la silla para poder comer. 

— Te noto algo cansada. —Comentó la mayor mientras le agregaba azúcar a su taza.

— Hm... ¿tú crees?

Casi no terminó de hablar cuando sin querer se le escapó un bostezo que hizo reír a Bárbara, le alzó las cejas y se rió con ella. Era tan agradable su compañía, tanto que sabía que iba a ser una tortura no verla por tanto tiempo, se había acostumbrado tanto a su presencia que estaba segura de que la extrañaría el mismo momento en que se fuera a la estación.

Donde pueda verte  {Barcedes}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora