Capítulo 6: ¡Pégame!

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Sentado en la silla de la cocina, esperando a que Marth sirva el café y se siente delante de mí para mirarme a la cara, para que intente relajar los hombros que se pusieron tensos al verme.

La cafetera termina su trabajo y echa la bebida en dos vasos iguales para darme uno.

—¿Por qué has venido? —pregunta mirando el café.

—Para hablar —contesto, mirando el cabello despeinado que lleva.

—No lo parecía.

—Lo siento.

—No lo sientas. Me esperaba que algún día volvieras a hacerlo.

—¿Me estabas esperando?

—Quería que no ocurriera, por eso me estaba preparando.

—Me mantenía alejado la mayoría del tiempo de ti. Supongo que aquella noche...

—No menciones aquella noche —gruñe, nunca lo había visto así—. No quiero recordarlo. ¡Jamás! Sé que dije que sería nuestro secreto, pero cuanto más pienso en ello, menos cerca quiero estar de Ricky.

—¿Por qué?

—Porque, aunque se lo dije, me siento sucio.

—Espera, ¿se lo dijiste?

—No tuve que soltar palabra. Él mismo lo descubrió. Aunque más bien se lo olía.

—Porque vivías conmigo.

—Algo así.

—Menuda confianza me tuvo.

—Hizo bien. Me tendría que haber dejado y, aun así, no lo hizo —aprieta el vaso, si sigue así se hará pedazos y le dolerá—. Siento que no debería estar a su lado por lo que hice.

—Pero él te eligió —supongo que el amor actúa de distinta forma en cada persona.

—Quiero dejar este tema atrás. No has venido a hablar de lo que pasó, sino de otra cosa, ¿verdad?

—Sí —agacho la cabeza cuando me mira—. Me pasa algo extraño.

—¿De qué se trata?

—Mi amiga de la infancia, Alexandra, volvió a la ciudad hace un tiempo. Esta misma tarde me besó y me quedé eufórico —le miro a los ojos—. ¿Por qué siento que me falta algo?

—¿En qué pensabas en ese momento?

—En el pasado. Aquel que me hizo recordar. Hansel y tú en el colegio, apartando a un imbécil que me pegaba. No he podido dormir por ello, tampoco Hansel por estar celoso.

—¿Celoso de Alexandra? Eso sí es nuevo en él.

—¿Tal vez siento algo por él? ¿Porque en el colegio me ayudó? ¿Porque me sonreía mientras yo no lo hacía?

—Eso solo lo sabes tú. Yo no te puedo ayudar con esto, has perdido el tiempo viniendo aquí.

—Tú sabes mucho de él. Ayúdame a saber si es por él.

—No puedo —por las escaleras aparece Ricky, que al traspasar el arco de la cocina se queda mirándome, con el ceño fruncido.

Nos quedamos en silencio. Marth no habla, simplemente mira el café, con sus ojos culpables.

—Ya no puedo más —suelta Ricky y se acerca a mí.

Me levanto para dejar el café intacto y, al estar lo suficientemente cerca, su puño aterriza en mi mejilla con tal fuerza que me hace retroceder y apoyarme en la encimera.

—Esto por liarte con Marth.

—Pégame —susurro, sé que me escucha.

—No tendría que haber confiado en ti en ningún momento.

—Pégame —la ira corre por mis venas, pero intento tranquilizarme. Toda la culpa es mía, por sentir amor hacia él.

—Ojalá se hubiera venido a vivir conmigo y no contigo.

—¡Pégame! —sus ojos echan fuego, al igual que los míos.

No lo duda ni un instante para volver a dar otro puñetazo potente sobre mi mejilla. La ira me descontrola y agarro a Ricky del cuello de su camisa, levantando su peso y hacerlo caer en la mesa, la cual se rompe junto con los vasos.

Nuestra pelea empieza a teñirse de rojo. Nuestros puños se encuentra en cada parte del otro. La sangre salpica en cada esquina.

Me recuerda al instituto, cuando era un lobo solitario, alguien que no quería compañía a su alrededor. Siento que ese ser vuelve a mí para protegerme.

De repente, un par de cosas metálicas nos detienen y hacemos mirar al portador de tales cosas. Un par de sartenes sostenidos por Marth, quien llora de culpabilidad.

—¡¿Creéis que vosotros sois los más perjudicados en todo esto?! ¡¿Creéis que sentís más dolor que yo?! ¡Os equivocáis! El dolor lo tengo yo. Por haberte puesto los cuernos, Ricky. Por haberme acostado con Farren —sus lágrimas me afectan—. Aquí el culpable soy yo. No sentís lo mismo que yo —deja caer las sartenes—. Jamás debí aceptar nada en esta vida. Ni tu bondad —me señala—. Ni tu amor y perdón —señala a Ricky—. La boda se cancela —su mentón tiembla—. Por mi culpa —corre a la puerta, donde agarra unas llaves y sale a la calle.

—Marth... —se levanta después de que yo le dejase el paso libre. Se escucha un coche de fondo—. ¡Marth! —corre a por él con dificultad, igual que yo hago.

Al salir a la calle lo vemos. Vemos a Marth alejarse en su coche. Vemos a un Marth llorando por culpabilidad, por nuestra pelea. Ahora nosotros somos los culpables.

—¡Marth! ¡Vuelve, por favor! —grita desesperadamente.

Culpables por verle así.

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Puede que Marth y Farren lo hicieran, y que Ricky perdonase a su amado.
Pero eso le ocasionaba dolor.
No quería seguir sintiendo culpabilidad.
Por eso ha salido huyendo, cancelando todo acto de amor como la boda.
Supongo que nadie se compadece ante tal cosa, pero aun así duele.

Espero que os haya gustado o entristecido.

Yo seguiré escribiendo.

Hasta luego, Ángeles Lectores

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