Parte sin título 4

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Azabache abrió los ojos. Era de noche, la luna brillaba. Había pasado tiempo, el deseo de venganza había crecido en su interior, ¿Cuánto tiempo había pasado? Mucho, eso seguro. Ya apenas recordaba el dulce aroma de Iris. Al pensar en ella la ira volvió a invadirle. «Traidora mentirosa».

Estaba deseoso de llevar acabo su venganza. Zarpa Deslumbrante, ahora Manto Deslumbrante, y tres cachorros: Pequeña Celeste, Pequeño Tigre y Pequeña Nevada. Sacó las uñas y caminó hacia el bosque, la luna brilaba sobre su cabeza.

Por su cabeza pasaron los momentos en los que había sido feliz con Iris, antes de que el joven guerrero se la robara. El y esos cachorros eran los culpables de todo, y pagarían por ello.

Silencioso, se movió entre la vegetación, dispuesto a llevar a cabo su venganza. Había pasado mucho tiempo pensando, mucho tiempo rogando que Iris volviera con él, hasta que sus esperanzas habían muerto, cediendo su lugar a un odio creciente que le desgarraba por dentro.

Pronto vio a tre gatos, debía de ser una de las llamadas patrullas nocturnas. Las pocas veces en las que había acompañado a Iris a ver al guerrero, cuando se acababan de conocer, le habían servido para conocer acerca de esos gatos salvajes y lo que hacían llamar Clanes. Escaló u árbol y esperó, comoletamente quiero sobre una de las ramas. Su pelaje negro le permitía camuflarse.

Sus ojos azul oscuro brillaban con odio cuando uno de los gatos se acerco al árbol donde él estaba oculto. Era blanco y de pequeño tamaño, un Zarpa, como los llamaba Iris. Azabache se movió entre los árboles, saltando de uno a otro como haría una ardilla, para seguir al grupo de guerreros, que charlaban tranquilos, sintiéndose seguros pero sin saber que alguien los observaba.

Para alivio de Azabache, finalmente el aprenidz se separó. Estaba acechando un pequeño roedor, y los guerreros lo dejaron alejarse sin preocuparse.

Azabache no se lo pensó dos veces, en cuanto los dos guerreros desaparecieron de su vista, sacó las uñas y saltó sobre él, aprisionándolo con fuerza. Rápidamente, estampó su cabeza contra el suelo para atudirlo, y le apretó la garganta con una garra, ahogando el grito de auxilio.

—Silencio, no te hare daño, pero tengo que hablar contigo, es una importante misión, que solo tu eres digno de realizar.— Susurró, con el oído atento por si alguien se acercaba.

El aprendiz tenía los ojos abiertos como platos, y temblaba bajo las garras de su apresor, pero asintió.

Lentamente, Azabache lo soltó, el aprendiz lo miró espantado y arqueó el lomo, siseando y agitando la cola amenazante. Azabache lo miró, sin inmutarse.

—SShh... No te haré daño, tranquilo, solo sígueme. Por favor— Añadió al verlo dudar.

—Eh... Vale... Pero tengo poco tiempo.—lanzó una fugaz mirada hacia donde estaban los guerreros.

Azabache sabía que no se atrevería a correr hacía allí, estaban demasiado lejos y el aprendiz estaba demasiado asustado como para negarse a lo que le pedía.

—Solo te robaré un suspiro. Si no me escuchas, quizá algo más.— Lo amenazó, y sonrió cuando el aprendiz se encogió de miedo.

Guió al gato blanco hata el lindero del bosque, la frontera con el poblado: una carretera que separaba lo salvaje de su hogar. Allí se sentó, y le indicó al sprendiz que hiciera lo mismo con un gesto.

—Mira, eh... ¿Cómo se llamaba tu curandero?

—Nariz Negruzca.

—¡Eso!, es una explendida curandera ¿verdad?

—Sí.—maulló él, claramente confundido por la pregunta.

—Y ¿sabes quien soy yo?— Azabache ladeó la cabeza, preguntándose si Iris y Manto Deslumbrante habrían hablado alguna vez sobre él.

El aprendiz negó velozmente con un gesto, todavía encogido. Seguía temblando, lo que a Azabache le parecía ridiculo. «Luego dicen ser valientes. Ja.»

—Soy el curandero del Clan de la Sombra. —susurró Azabache.—Por eso no has de temerme. Dime, ¿cuál es tu nombre?

—Zarpa de Hielo.—El joven gato parecía más tranquilo ahora, aunque seguía en tensión su respiración comenzó a suavizarse.

Azabache asintió, viendo como sus planes poco a poco se acercaban a su fin.

—Pues, Zarpa de Hielo, tengo una misión para ti. Pero has de prometerme, por el Clan Estelar,— Tuvo que contenerse para no reirse de lo estúpido que le parecía el Clan Estelar.— que no se lo dirás a nadi.— Adoptó una mirada seria, somo si fuera algo muy importante.

—Eh... vale.— Maulló Zarpa de Hielo, un brilo de curiosidad apartó el miedo de su mirada.

—Prometelo.— Insistió.

—Lo...Lo prometo.— Masculló con las orejas gachas y los ojos bien abiertos.

Azabache asintió.

—Sabía que podía contar contigo, el Clan Estelar me ha dicho que serás un guerrero magnífico.—Enroscó la cola sobre sus patas consciente de que ya lo tenía.

—¿¡De verdad!?

—Yo no miento.—siseó con solemnidad Azabache, y el gatito soltó un chillidito de emoción.— Pero, esto tmbién será nuestro secreto, ¿entendido?

—Vale, me basta con saberlo yo!—Dijo emocionado Zarpa de Hielo, que parecía haber olvidado por completo que hacía no demasiado ese gato le había saltado encima.

—Perfecto, gato listo. — Ronroneo.— Pero, volviendo al tema, tienes que decirle a Nariz Negruzca que el curandero del Clan de la Sombra quiere verla. Aquí.— Explicó.

—¿Y no sería mejor en la frontera, en el tocón que señala cual es, justo al lado del sendero atronador? ¿Sabes donde es, no?

—Sí, claro.—Maulló, seguro de que lo encontraría.— Recuerda que llevo en el Clan muchas lunas

El gatito asintió.

—Qué venga cuando el sol se haya escondido, y tú ven un poco antes, si cumples bien y no lo dices, el Clan Estelar te dará un regalo.

-¡Sí!- gritó.

—Pero... Guarda silencio... Y recuerda... en el tocón....—Maulló en un susurro.

El gato asintió y echó a correr hacia el bosque agitando la cola de felicidad.

Azabache sonrió y se dio la vuelta, de camino al poblado, sus dueños lo habían olvidado después de que los dejara por Iris así que ahora vivía en la calle, entre la basura y sólo. Pero se vengaría. Ya quedaba poco...

la venganza de un felinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora