Capítulo 11

1.3K 168 8
                                    

Al entrar a casa, mi cuerpo comienza a derretirse de toda la congelación exterior

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Al entrar a casa, mi cuerpo comienza a derretirse de toda la congelación exterior. Supongo que el invierno no es mi estación favorita del año. Más que nada porque mi cara se pone pálida, y la nariz me sobresale por el color del Reno Adolfo, o como sea que se llame.

Madre se encuentra picando unas verduras y papá tendría que volver como para las ocho.

Dejo la mochila en una de las sillas y rodeo a Holly por los hombros, a lo que ella responde con una sonrisa.

—¿Cómo estás, Thom? ¿Fue bien el día?

Apoyo mi cabeza sobre la parte trasera de la suya y asiento, para luego responder:—No podría haber ido mejor.

Y es cuando la rubia voltea a verme con una ceja erguida, y sé que no puedo ser más obvio.

—Nada, espero poder decírtelo luego.

Ella voltea y pone sus brazos en jarras. Me rio y prefiero subir las escaleras ante de que comience con las preguntas que no tengo muchas ganas de responder, y en realidad quisiera que eso luego no interfiera. Creo que conozco demasiado a mi madre.

Entro a mi tan reciente habitación, y pateo una caja que aún no está desembalada. Al ver mis pinturas más recientes, me siento un poco más como si estuviera en mi verdadera casa. Algo así como si fueran un pequeño trago de whisky, un tranquilizante.

Luego de encender la estufa, tomo mi teléfono y agendo a la chica de los rizos, para mandarle un mensaje, y después de unos minutos, tener una conversación demasiado fugaz, pero con resultados bastante reconfortantes. Ah claro, creo que no hace falta fingir. Creo que no hace falta decir que considero a esa mujer demasiado atractiva. ¿Que soy superficial? Puede, quizás. Pero al menos pude sacar un poco más de toda la cosa.

Ella en serio me es muy interesante. Yo nunca miento.

Y me pregunto si soy más del grupo "sí, creo que me gustas y te lo demuestro con solo mirarte", o al menos puedo soportar un tiempo disimulando que me encanta su cabello y la forma almendrada que tienen sus ojos. Esa chica sabe moverse. Es un conjunto de cualidades exóticas que en serio me llaman a ser un poco pesado, hasta obtener su atención.

Ya, paro de pensar. Parezco una fémina.

Me paso la hora en internet, con mi erizo Rodolfo caminando por toda la cama, hasta que la comida está lista. Papá llega con cansancio y la nariz roja, cargando una bolsa del supermercado.

—Siento que corrí una maratón —dice, mientras me da dos palmadas en la espalda, a modo de saludo.

—Lávate la manos, Thomas pon la mesa.

Veo la mirada de George clavarse en la espalda de Holly y se nota cuánto le duele. A mi madre no le importa ser cruel, o quizás no se da cuenta cuanto lastiman algunas actitudes y palabras.

Líneas racialesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora