Capítulo 5: Vacío

156 32 12
                                    


"Existe una amplia diferencia entre rendirse y decir "ya es suficiente"

A

Caminó por los pasillos en silencio, obviando su reflejo en los paneles de cristal. En cuanto arribó en su oficina, más de una hora después del horario establecido, su jefe le pidió presentarse ante él sin excusas. Y aunque Minato presintió que se debía al retraso que tuvo con el horario y los archivos que debió entregar el viernes pasado pero que aún esperaban en su escritorio para ser revisados, digitalizados y firmados, en realidad se trataba de un asunto muy diferente; el aviso de posible retiro que había presentado casi un mes atrás.

Minato sabía, por los rumores que escuchaba de tanto en tanto, que sus superiores no estaban del todo contentos con su renuencia a renovar el contrato que lo ataba a esa empresa, a esa ciudad y hasta a ese país. Sabía también, por supuesto, que por mucho que se mostraran inconformes y contrariados, no podían usar ningún método legal para obligarlo a estampar su firma en la base de ningún tratado laboral con el logo de esa empresa en el encabezado. Pero nunca esperó, a pesar de tener presente el alto valor que otorgaban a su trabajo, que a través de su jefe directo le dieran a conocer el puesto que le ofrecían si se quedaba.

Trataban de seducirlo con una posición de mayor prestigio y un salario que por poco doblaba al que devengaba actualmente, pero él realmente dudaba que el dinero valiera la tranquilidad que le ofrecía la oportunidad de dejar atrás Konoha. Dentro de su lista de preocupaciones, en ese momento las riquezas materiales se localizaban en un escalafón bajo, a comparación de hace algunos años. Y Minato sospechaba que se mantendría ahí, o incluso bajaría más, en los siguientes meses.

Esa suposición se hizo aún más fuerte cuando, después de comunicarle al hombre de escaso cabello cano que lo pensaría —más por educación que porque realmente lo fuera a hacer—, caminó hasta su oficina y se encontró con una persona cuya existencia empezaba a olvidar, pese a ser pieza clave de los procesos que empezarían a tomar forma a partir de ese día.

—No puede dejar el trabajo ahora, señor Namikaze —dijo su abogado después de saludarlo con tanta formalidad que Minato presintió malas noticias. Sentado al otro lado del escritorio, con las cejas tan apretadas que casi parecía inexistente el espacio entre ellas, el hombre de ojos azules contuvo un suspiro de desdicha—. Afectaría el proceso que estamos por iniciar. Lo haría más lento y complejo de lo necesario.

Más lento y complejo de lo que se hacía con cada día que pasaba. En ese instante, a pesar de tener ante él a aquel personaje trajeado y de expresión incierta esperando una respuesta suya, Minato recordó el episodio martirizante con Kushina pocas horas antes.

Habían pasado más tiempo ignorándose que hablando, a pesar de cada uno sentir que estaban por explotar de tantas dudas y miedos. Él la observó en silencio mientras ella se disculpaba por el bofetón y luego, con el estomago encogido, tomó la palabra; contó todo de la mejor manera que pudo, sin modificar ninguno de los escenarios ni lo que pensaba al respecto. Cómo poco a poco fue abriéndose paso en su vida otra persona, pero jamás de la manera que ella pensaba. Y pese a que no lo dijo explícitamente, dejó entredicho que aunque esa compañía lo ayudó a permanecer a flote ese tiempo, él nunca pretendió irrespetarla ni mucho menos reemplazarla.

Kushina no respondió nada, sólo sonrió de esa manera que él conocía y en ocasiones le molestaba; como si ella viera algo que él no, y eso la entristeciera. Como si lo invitara a revalorar lo que decía y darse cuenta de lo que estaba ignorando para no hacerse daño. Como si lo conociera más que él mismo lo hacía y viera a través de sus defensas.

Arena que lleva el viento (Pausada, en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora