Tenía 15 años cuando empecé a presentir que esa sensación de vacío y apatía (que saltaba de un momento a otro a una tristeza abrumadora que me llenaba de desesperación) no era normal. Llevaba años sintiéndome de esa manera; con mis emociones saltando entre la más grande indiferencia a la más profunda desolación, del miedo al desafecto... mi visión de la vida era gris. En ese entonces creía que era la adolescencia. Lo que sentía concordaba perfectamente con los cambios psicológicos que describían en clases de biología, pero dentro de mí algo trataba de alertarme sobre un peligro que sólo yo podía enfrentar.
La depresión es eso; una amenaza que vive dentro mio. Siempre está ahí, algunas veces diminuta, en otras ocasiones gigantesca. Toma fuerza de un momento a otro, me arrastra, se ríe y me vuelve a soltar. Es real así exista gente indolente que niegue su existencia. Es tan real que me postra en una cama cuando a ella se le da la gana. Es tan real que muchas veces me impide vivir el día a día. Es tan real que cuando llegan ocasiones en las que creo ser más fuerte, se sacude, se levanta y me demuestra que no es así.
Imagina que vas caminando junto a grupo de personas sobre una extensa capa de hielo. Vas conversando y riendo; todos entusiasmados, siguiendo su camino. Pero de repente algo sucede. El tiempo se ralentiza para ti, el viento deja de soplar y tu paso disminuye. Todos siguen su camino, algunos notan que te están deteniendo y te miran de forma extraña, pero otros siguen como si nada faltara.
Entonces inicia una lucha dentro de ti. El cielo se nubla, el frío te envuelve y tu paso tambalea hasta detenerse. La gente que pasa a tu alrededor no parece notar el cambio, pero tú estás ahí, sintiendo que una cuerda invisible tira de tu pecho. Tú estás ahí pero no notan que estás mal. Ni tú mismo entiendes lo que sucede, pero sabes que algo no funciona como debería. Te abrazas, miras alrededor y cuando regresas tus ojos al frente, la gente con la que caminabas te ha dejado atrás.
Es ahí cuando intentas volver a caminar, alcanzar a los demás, pero algo aún peor sucede; el hielo cruje, miras asustada el suelo. Nadie nota el cambio, el suelo para todos los demás permanece firme. ¡Pero tú te estás hundiendo! ¡Y no puedes hacer nada!
¡El hielo se abre y te zambulle en agua helada! ¡Te ahogas! Quieres gritar pero no puedes. Todo se torna oscuro. Quieres llorar, lloras pero eso no te alivia. Sobre ti la gente camina. Ves la sombra de sus pisadas sobre el hielo. Nadie nota que te ahogas, pero eso no quita que te estás ahogando. En un último intento desesperado nadas hasta el hielo y lo golpeas. Tratas de llamar la atención de quién sea, quieres que te vean y te rescaten. Quieres entender.
Pero nadie te escucha. Nadie sabe que estás ahí. Estás sola.
¿Por qué escribo sobre esto?
La verdad es que quiero dejar de callar. Desde que aparecieron las primeras señales (calculo que cuando tenía entre 11 y 12 años) he librado una guerra cruenta contra este invasor que se niega a ir. Siempre en silencio. Aparte de los psicólogos con los que me he entrevistado, únicamente le he hablado a una persona sobre esto. Y se sintió bien. Diez años en silencio rotos por una frase que significó mucho para mí.
--¿Qué son esas marcas que tienes en tu brazo?
Silencio. Y después mi voz fluyendo como si lo hubiera dicho innumerables veces.
--Es la depresión.
Aceptarlo frente a alguien me trajo de vuelta. Para ese momento llevaba nueve meses sumida en una cadena de crisis terrible, pero al escucharme decírselo a alguien que no fuera un psicólogo me tranquilizó.
A los 15 años le di un nombre. Y desde ahí lo único que hice fue pelear con ella, empujarla, odiarla... nunca intenté comprender la razón de su existencia (por mucho que me explicaran lo importante que era hacerlo), nunca hasta ese momento. Me he tomado un año desde entonces para entenderla. Un año difícil, pero me ha valido la pena. He aprendido mucho sobre mí. He comprendido la razón de muchos sentimientos encontrados.
Me he reencontrado con muchas partes de mí.
Ese año lo he pasado lejos de wattpad, por supuesto. Para ese momento estaba tratando de escribir entre tropezones emocionales un fanfic que titulé "Arena que lleva el viento". Esa historia nació por una sugerencia de la psicóloga que me acompañaba durante esas crisis. Ella me decía que debía tratar de volcar mi tristeza en algo que me ayudara a entenderla. Y yo decidí escribir una historia que involucrara todos los conflictos internos que me acosaban por dentro, anexándole los conflictos de otras personas con depresión que he conocido.
Siendo sincera no comprendo cómo saqué la fuerza necesaria para escribir los únicos 7 capítulos que publiqué. Confieso que lloraba escribiendo muchas de esas líneas, porque comprendía lo que sentía mi personaje, porque lo que Kushina sentía en ese fic, era el mismo monstruo que a mí me atacaba. Al principio fue difícil, pero luego ansiaba sentarme frente al computador y narrar; sentía una especie de gratitud con esa historia, sentía que me aclaraba la mente.
Le creé una vida a Kushina muy diferente a la mía, le di problemas que yo nunca he enfrentado, pero aprendiendo a estudiar la depresión de mi personaje, inconscientemente estaba aprendiendo a estudiar la mía. Así que cuando en Agosto del año pasado confesé que tenía depresión, de ahí en adelante todo surgió de una manera natural.
Hoy vuelvo a publicar otra entrada en este perfil. Quizá ya nadie lo lea, pero me siento más ligera al escribirlo. Trataré de retomar mis historias. Ya las estoy releyendo para empaparme de nuevo con las tramas.
Espero volver a leernos pronto :)
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Arena que lleva el viento (Pausada, en edición)
FanfictionLa vida de Kushina se desmorona sin ella poder hacer nada, los cimientos de lo que tomó años construir, se sacuden en amenazas de echar abajo lo poco que queda en pie. Lo único que creía seguro era su familia, pero tras dos años de discusiones, erro...