C A P Í T U L O 5 4

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—He pensado que Noir y tú podríais hablar —comenta Victor, poniéndose de pie. Se sacude el vaquero como si hubiese algo que sacudir—. Es la única manera de que te conciencies de que no eres su enemigo, ni hiciste nada malo.

Si Noir no hubiese estado delante, me habría levantado y le habría propinado tal paliza a Victor que seguramente hubiera pasado el resto de su vida en silla de ruedas. Pero es un deseo imposible, porque ahí está la chica, mirándome como si le importara mi estado y revisando en la maquinaria que no me voy a morir de repente.

Supongo que sospechando las ideas que me pasan por la cabeza, Victor sale por la puerta grande y cierra tras de sí. El silencio que se hace es tan doloroso para mis oídos que tengo que ser fuerte para no tapármelos.

No espero que lo entendáis porque dudo que hayáis estado en mi situación. Es fácil estar en la misma habitación que una persona que ha perdido a un ser querido: le das el pésame y se acabó. También es relativamente sencillo compartir oxígeno entre las mismas cuatro paredes que alguien que ha perdido un ser querido a que tú también adorabas. Tenéis en común a alguien por quien llorar. Pero estar aquí, con Noir, sabiendo que sufro por alguien que no era para mí ni un tercio de lo que fue para ella, es terrible. Por no mencionar que estoy malgastando su preciado tiempo permaneciendo en silencio, cuando debería estar invirtiéndolo en cualquier cosa que fuese hablar —o no hablar— con un loco que podría haber hecho algo por su amiga.

Estoy esperando a que me dé cuatro gritos, me espete que no tengo derecho a estar postrado o cualquier otra cosa, y sé que lo voy a recibir en cuanto se acomoda a mi lado, tomándose la libertad de sentarse en el borde de la cama.

—Así que conociste a Collie.

Al principio la miro sin entender.

—Collie... —repito—. Pensé que la llamarían Nicky.

Noir sonríe dulcemente.

—Habría sido lo lógico, pero no. Se ve que de pequeña, cuando tenía tres o cuatro años, su familia trajo a casa un perro de la raza collie. Ella lo quería tanto que empezó a degenerar, diciendo que su pelo era igual de suave que el del animal, y pedía constantemente que la llamasen Collie, porque de mayor quería ser tan guapa y cariñosa. Un poco raro, ¿no? Querer ser un perro —rio, aunque llena de tristeza—. Es bonito que te acordaras de ella más allá de lo que ocurrió, y te plantearas cómo era su vida, o en qué pensaba, o sus apodos.

—Pensaba que así que podría acercarme más a ella, y no me sentiría como un imbécil sufriendo por alguien a quien no conocía.

Noir asiente y no dice nada durante un rato. Echa un vistazo al techo, en apariencia tranquila, momento que utilizo para fijarme en sus rasgos. No es, a simple vista, una mujer a la que relacionaría con Nicole. Nicole era una belleza despampanante, sexy y consciente de ello, y no parecía albergar otro objetivo en la vida que airear su atractivo físico y ser encantadora. Noir, en cambio, es una diminuta chica de pelo corto al estilo pixie, enormes ojos y boca pequeña. Es de esas personas a las que se les nota en la cara, antes que en el hablar, que guardan algo muy bonito dentro. 

—Pues has de saber que a Nicole no le gustaba que hicieran conjeturas sobre ella —empieza, mirándome con regaño fingido—. Prefería que se acercaran a preguntarle. Valoraba mucho la curiosidad, y sobre todo, la valentía a la hora de decir lo que uno piensa. Ella era de esas: lo soltaban todo. ¡Todo! Y si no quedaba bien, si no venía a cuento, al menos nos hacía reír. Nunca era grosera, vayas a creerte. —Hace un gesto con la mano—. De su familia, ella era la simpática y que se llevaba los corazones de calle.

»Si ser extrovertida y graciosa hubiera bastado para ganarse la vida, habría sido millonaria, o mejor. No le habría venido nada mal, porque se le daba muy mal estudiar, siempre suspendía... Se iba durante los recreos y los descansos, y también durante las clases, a dar una vuelta por el parque, o a comprarse chucherías. Se copiaba en todos los exámenes, y cuando digo todos, no exagero. Pero con la música era la mejor. Si la hubieras escuchado tocando el piano, habrías llorado. Eso quería hacer... Ser pianista.

Ojos que no ven... ¡van y me mienten! [AUTOCONCLUSIVA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora