C A P Í T U L O 7 1

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Dau entra en la habitación con un vestido estampado, dos coletas con lacitos amarillos y sus zapatos preferidos. Son unas botas con luces y una ruedecita incorporada en la suela, aunque no es que la use muy a menudo; intentando patinar, se cayó hacia atrás y se abrió una herida que necesitó puntos justo debajo del cuello.

En lugar de venir a abrazarme, como hace siempre, se sienta en la alfombra y descuelga la mochila que ha traído con ella. La abre con esa aire ceremonial que le imprime a sus movimientos cuando cree que está en un momento tenso, y en cuanto mete la mano dentro, levanta la cabeza y me mira.

—Me ha dicho papá que estás triste.

—Tu padre es un mentiroso.

—Ya lo sé —dice sabiamente—, pero también estás triste.

No se me ocurre qué contestar. ¿Conocéis a alguna persona que solo con miraros, consiga intimidaros? Y que conste que no estoy hablando de la intimidación estilo Jerome. Ese tipo solo da miedo, cague, mal fario, como queráis llamarlo. Me refiero a estas criaturas de luz con poderes sobre el ánimo de uno. Dachau es de estas. La gente normal insiste en tildarlo de bondad, generosidad, o la inocencia de los niños, pero Dachau no es la clase de niña que abunde en los parques, que llora cuando se cae y se enfada si monopolizan el tobogán. Dau es la que te mira y no le puedes mentir, no la puedes regañar, no la puedes criticar... No solo porque sea adorable y cueste, sino porque durante el proceso recuerdas todas las cosas que has hecho mal, tú y solo tú.

Por eso me encojo de hombros, afirmándolo y resignándome.

—Te he traído mis cosas favoritas del mundo mundial —anuncia—. Siéntate, porfi. —Obedezco, poniendo mi culo sobre la alfombra, adoptando la cómoda posición de loto. Ella se arrodilla, arrugando la falda, y empieza a sacar todo lo que guarda en la mochila del colegio—. Estas cosas me ponen muy contenta y me hacen muy feliz. Así que quiero que te las quedes hasta que te pongas muy contento y feliz.

—De acuerdo.

—Este es mi muñequito de Skips —empieza, poniéndome en la mano el Funko Pop del personaje de Regular Show—. Es un gorila albino. ¿Sabes lo que es un persona albina? —Niego, solo porque sé que le hace ilusión explicármelo—. Es una persona muy blanca. A los animales también les pasa, solo que son animales muy especiales. Me gusta porque hay muy pocos. También hay muy pocos titos como tú. Eres especial.

No tengo que esforzarme por sonreír. Tiene la capacidad de conseguir que deje a un lado mis miserias para hacerla feliz, y me consta que es lo que necesita ahora mismo: saber que servirá para reparar todo lo que acaba de romperse.

—Este es mi diario —continúa, sacando una pequeña libreta de colores—. Aquí cuento todas las cosas que me pasan. Y hay un sitio... Una página muy chula... —La abre hasta dar con el post-it específico—. Aquí, si apuntas un deseo, se hace realidad. Es un diario mágico... Y tú sales mucho. En casi todos los días, mira... —De repente enrojece—. B-bueno, mejor no lo mires, pero cógelo.

—¿Qué has escrito para ponerte colorada?

—Puse que eras tonto por insultar a Jerry, pero no lo pensaba, lo puse porque estaba enfadada —suelta de corrido. Me aparta la mirada enseguida y vuelve a meter la mano en la mochila—. Y este es... Mi pintalabios de purpurina. —Lo saca y me lo pone en la palma—. Cuando estoy triste me lo pongo y me siento muy guapa. Ya verás que si lo usas te sentirás igual. Falta lo último... Cogí tu pulsera de la suerte y me la llevé a casa.

Al principio no entiendo a qué se refiere, pero por poco sufro un vahído —Remi siempre presente— cuando la veo sacar el tanga que le quité a Lana y dejé en el coche como si fuese un amuleto. Procuro no expresar del todo mi ansiedad ante el hallazgo para evitar alterarla, y la guardo en mi bolsillo antes de que se le ocurra pedírmela de vuelta.

Ojos que no ven... ¡van y me mienten! [AUTOCONCLUSIVA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora