El cuadro de la pared

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Hacía bastantes años que no veía a sus primos, así que cuando recibió la carta de su madre diciendo que Lucy y Edmund estaban en casa, no pudo evitar sentirse feliz

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Hacía bastantes años que no veía a sus primos, así que cuando recibió la carta de su madre diciendo que Lucy y Edmund estaban en casa, no pudo evitar sentirse feliz. Sacó la caja de debajo de su cama donde guardaba todas las cartas que le enviaban y guardo aquella, viendo al lado el pequeño paquete donde tenía reservadas las de sus primos, atadas con un cordón rojo. Susi era la que más solía escribirle, al menos cuando era más pequeña, sin embargo, no había recibido ninguna de ella desde hace unos años, sino de su hermana Lucy, a quien parecía gustarle hablar con ella. Tal vez fuese porque compartía el mismo amor por la fantasía.

Alexandra destacaba en su casa por ser todo lo contrario a su familia. Tanto físicamente, al ser castaña chocolate en vez del característico rubio, como personalmente, al mantener la cabeza en las nubes y no consentir en comer vegetales. Sus padres eran muy modernos, de ideas avanzadas, eran vegetarianos, no fumaban, jamás tomaban bebidas alcohólicas y usaban un tipo especial de ropa interior. Toda una rareza en su barrio, pero ella era una rareza en las cuatro paredes de su casa, por eso no le sorprendió nada que sus padre la metieran en un internado cuando cumplió los 15, no sólo por el hecho de no tener que soportarla por casa, sino también por tratar de proporcionarle la mejor educación a la que una mujer podía acceder en aquella época. Tal vez fue por eso que sus padres no se molestaron cuando cumplió los 23 años y aún seguía soltera, para ellos el matrimonio no era una prioridad, preferían que siguiera estudiando.

Aquel internado, de locos según Alexandra, no permitía las vacaciones, estaba todo el año allí encerrada, de vez en cuando, y si los resultados en los exámenes eran reconocibles, concedían un par de días o semanas para volver a casa. Por suerte, la joven era una gran estudiante, por lo que aquel verano le concedieron dos semanas en su casa. Aunque no le causaba demasiada emoción ver a sus padres, que siempre le estaban reprobando por no parecerse demasiado a ellos, Alexandra adoraba estar con su hermano pequeño, Eustace.

Eustace era un niño demasiado parecido a sus padres, en opinión de su hermana, por lo que podía ser bastante antisocial y mezquino, pero cuando estaba con ella, era todo lo contrario, parecía transformarse. Ellos eran polos opuestos. A Eustace le gustaban los escarabajos, pero siempre que estuvieran muertos y clavados con un alfiler en una cartulina, mientras a Alexandra disfrutaba de los perros, y los insectos vivos; el niño prefería los libros si informativos y con ilustraciones de elevadores de granos o de niños gordos de otros países haciendo ejercicios en escuelas modelos, por el contrario, la joven amaba las historias de fantasía y aventuras. Eustace despreciaba aquello que su hermana adoraba, nunca había consentido que le leyese un cuento, o que le regalase una ilustración de algún ser mítico, pero jamás había tratado a su hermana con desprecio.

A parte de su hermano, Alexandra estaba deseando ver a sus primos, aunque le hubiese gustado poder ver a los cuatro, sería agradable estar en presencia de Lucy ahora que podía formular frases completas, pues tendría unos seis años la última vez que la vio. Su primo Edmund, bueno, era agua de otro jarro, Alexandra y él no congeniaban mucho, a la joven le parecía que su primo era terco y mordaz, algo desagradable, demasiado parecido a su hermano, en los peores aspectos. Sin embargo, Lucy le aseguró en sus cartas que había cambiado mucho desde la última vez que se vieron, que se sorprendería.

Finding a Queen (Encontrando una Reina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora