08.- Solo

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Rin suspiró, cansado.

La caminata hacia la casa de Haruka había sido dura, especialmente porque tuvieron que ayudarle a subir miles de escaleras entre los dos. Haru había estado avergonzado la mayor parte del trayecto, y en silencio. Sou había maldecido un par de veces todo ése camino, y de paso al pelinegro por escoger un lugar tan extraño y de difícil acceso para vivir, pero al final consiguieron llegar.

Matsuoka permanecía en silencio, disimulando su sonrisa lo mejor que podía al notar todavía algo sonrojado al de ojos azules.
Sousuke, por su parte, se dejó caer en el sillón, agotado, a un lado de donde estaba Haru. Había sugerido llevarlo a su habitación, pero él se negó y Yamazaki no tenía ganas de discutir con ese terco pelinegro.

Y Rin los observó desde su sitio, mientras trataba de convencerse de que nada malo le iba a pasar a Haru estando en casa.

Faltaban quince minutos para las seis de la mañana. Todos debían estar en la estación para entonces, claro, excepto Haru. Y ahí estaba el problema actual que no dejaba a ninguno de los tres tranquilo.

¿Qué demonios iban a decir ante Goro y los demás para que la ausencia de Haruka no fuera cuestionada? ¿Qué posible excusa podrían inventar que todo mundo creyera?

El silencio llenó la sala, mientras que los tres se revolvían los sesos pensando. Y como solía ser, las ideas extrañas salieron de la boca de Sousuke.

—Podemos decir que se embriagó — sugirió, encogiéndose de hombros —Haruka es malo tolerando el alcohol, nadie lo cuestionará —

Nanase frunció el ceño.

Creyó que el incidente en la fiesta del Año Nuevo pasado había quedado olvidado. Qué iluso.

Rin sonrió ligeramente al recordar.

—No suena nada mal. Les diremos que tuvimos una pequeña reunión, y que amaneciste con una cruda terrible —

Haru chasqueó los dientes. Lo iban a hacer quedar como un alcohólico estúpido e inmaduro, a pesar de que se esforzaba por ser tomado en serio y respetado, cosa difícil por su estatura, su tiempo en la policía y sus gustos algo infantiles. Su mirada se desvió al vendaje que tenía sobre su muslo, y ahogó el suspiro de resignación. Si a él no se le ocurría algo mejor que decir, entonces no podía quejarse por las sugerencias de ellos.

Decidido a que podía encontrarle algo de provecho a esa situación, miró a Sousuke, serio.

—Mientras esté así, no significa que puedas hacer alguna tontería, ¿entendiste? –

El acusado frunció el entrecejo. ¿Acaso Haruka le estaba diciendo que era un imprudente? Estaba a punto de reclamarle, pero la voz de Nanase le detuvo.

—Yo revisaré lo que encontremos usando la laptop, y te diré qué hacer. No debemos dejar que Goro se entere de lo que pasó, así que tienes que ser cuidadoso – se tomó un suspiro, todo para no soltar una grosería por la imposibilidad de moverse a sus anchas como le gustaba hacer – Por cierto – agregó, atrayendo la atención del más alto – debes ir a ver la escena del tiroteo. Si tenemos aunque sea una bala... — su frase se quedó en el aire, más Sousuke fue capaz de completarla perfectamente bien.

—... tenemos el arma. Y si tenemos el arma, podemos encontrar al tirador –

Haruka asintió, y Yamazaki se sentía mejor. Ya tenía algo en qué ocuparse antes de que su cabeza volviera a perderse en cosas que no entendía.

—Rin – de nuevo, la voz de Haru resonó en la silenciosa habitación y sacó al pelirrojo de sus pensamientos — ¿Podrías venir en la noche, después del trabajo? – preguntó, tratando de no sonar tan serio y al mismo tiempo, buscando que Matsuoka entendiera a qué se refería.

Un Millón De RazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora