Dietrich pedaleó por las calles de Herecteión en la densa oscuridad mientras la helada de invierno lo penetraba hasta los huesos. De vez en cuando, el susurro de una ventizca irrumpía en el trémulo silencio de la noche.
En la siguiente esquina, una vieja que esperaba el colectivo se percató de la presencia de Dietrich y bajó el escalón en dirección a él. Por la mente de la veterana transitaban recuerdos de odio y desenfreno, de desconocimiento y temor como también de una culpa flagelante.En el momento en que cruzaron sus miradas, los recuerdos y pensamientos emergieron de los ojos de la mujer. Eran de una sustancia densa, y una vez fuera de la vieja, arremetieron con fuerza y decisión contra el pecho de Dietrich. El impacto fue tal que su cuerpo cayó en estrépito. Él se retorcía en posición fetal, no tanto por la caída sino por la irrupción de la sustancia.
Los gritos de horror se atiborraban en la garganta del joven. Vio a un hombre, de la edad de su propio abuelo. No lo conocía, pero al mismo tiempo sentía que había estado toda la vida junto a él. El viejo, conocido y desconocido a la vez, lo miraba rendido y desconcertado cuando un estruendo, sentido en su propia mano, rompió la escena. El cráneo de viejo chorreaba bilis por un agujero y su mirada se había perdido en las hojas de algún árbol no conocido de una calle que Dietrich no había visto jamás.
El cuerpo le convulsionó cuando la muerte del viejo se hizo carne en él. Y aunque sabía que no nunca lo había matado, la culpa, núcleo duro de la sustancia pensante, hizo estallar sus venas.
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Lo Ominoso - Antología siniestra
Horror¡Si!, es real, te sientes observado por detrás de tus hombros... es algo... Ominoso... el extrañamiento de lo propio que se presentifica frente a tus ojos reclamando para sí toda tu existencia. Sentirás esa siniestra presencia en el momento que co...