A Falta de palabras (...)

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A falta de palabras...

Su cabeza cabizbaja parecía la curvatura austral de un signo de pregunta mientras que sus piernas se arrastraban por el encendido suelo que emanaba calores insoportables. El sol, por su parte, se presentaba intolerable para cualquier ser humano que estuviera inmolándose en la acera. Una mujer se acercaba de frente y él intuyó la presencia de alguna bebida entre sus manos. Levantó la mirada y lo que en otros momentos de su vida hubiese sido el más corriente de los elementos cotidianos se transformó frente a su rostro en el mayor elixir que podría existir.

-¡Hazlo! -le espetaron.

-¡Silencio! -respondió exaltado.

Una buena cantidad de rostros dirigieron sus miradas a la extraña escena mientras el susodicho volvía a bajar su vista evadiendo los inquisidores ojos. Al menos los zapatos no lo atormentaban observándolo.

-¡Nunca más me hables cuando haya gente cerca!

-Estás sediento, ¿qué esperas?

-Y tú estás delirando si piensas que voy a robarle a esa mujer.

-El que está delirando eres tú y lo sabes muy bien. No me reproches decir lo que no te atreves a hacer.

-Si es un delirio no existes...

-¿Quién te ha mentido así?

Iracundo y con un irresistible impulso de abalanzarse sobre el agua ajena propinó un golpe que, a la vista del común de las gentes, dio en parte a las hojas de un ficus y otro tanto removió el estanco y caldeado aire.

-¡Maldito idiota! ¡Me lastimas!

-Entonces desaparece... -dijo en voz baja y en tono de furia.

-Estoy tan atado a ti como tú a mí.

-Tengo sed... ¿podrías?

Las palabras no habían terminado de salir de la boca de su pegajoso compañero que al trote y con una habilidad de carterista tomó entre sus dedos la transpirada botella de agua mineral y se escapó acompañado de gritos e insultos hasta ser perdido de vista.

-¡Malditos ladrones...!- gritó la víctima, más por la sensación de haber sido ultrajada que por las pérdidas materiales que había sufrido.

Como habitualmente sucede en las ciudades, los transeúntes se limitaron a observar el episodio como si fuera un evento de entretenimiento más al que prestarle fugaz atención. Nadie se acercó a la mujer que enfurecía anclada al piso. Probablemente eso la haya molestado aún más, ese individualismo casi autista de la vida citadina.

Tres calles más al sur, la escena continuaba con los latidos de los corredores disminuyendo revoluciones y saciando su sed con la bebida hurtada. Sintieron un sabor completamente diferente al beber el agua, a pesar de que su composición química fuera exactamente la misma.

-Lo hiciste... apenas tuve que darte un empujoncito -dijo con burlona voz.

-Lamento el día que apareciste en mi vida...

-¡Pero no lamentas estar bebiendo en este momento! Qué ingrato...-sonrió nuevamente buscando el enojo de su partenaire.

-¿Algún día dejarás de seguirme? -preguntó prácticamente resignado y sabiendo la respuesta.

-El día de tu última exhalación me desvaneceré como una foto mal revelada. Sin embargo, creo que necesitas descansar -le sonrió maliciosamente al pronunciar sus palabras.

Una mujer que estaba a pocos metros de Elián y su compañero ladeó la vista de izquierda a derecha; de los ojos de Elián a donde habría estado Naile.

Lo Ominoso - Antología siniestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora