Pubertad.
El azul creció junto a la niña, tan libre como siempre.
Por otro lado, a pesar de los años, el rosado seguía encerrado. Preso del hambre y el sufrimiento, aunque nunca dejando de lado sus ganas de libertad.
Un día el rosado -harto de su cautiverio- uso todas sus fuerzas y gritó. Gritó para ser escuchado, gritó por su vida y gritó por amor. Para poder amar sin tener que esconderse.
Y lloró, mientras el azul se alteró.
¿Venía nuevamente a echarlo todo a perder?
Comprenderán que esto no lo podía dejar pasar.
Y empeoró.
Ahora no solo estaba encerrado, sino que también atado, amordazado y dormido.
Y una parte ese día murió, de mi alma y mi corazón.
Pero, ¿podía revivir?
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A&R
Short StoryEl rosa calla, el azul vive. Como una parte de mi alma que es cautiva y la otra libre.