t r e s

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Adolescencia.

El rosado se marchitaba.

Ya no era ese tierno e inocente color que había  despertado, poniendo todo patas para arriba en cuanto paso daba.

Y esto el azul  lo noto.

¿Qué era eso que sentia al verlo tan vacio? ¿Culpa? ¿Arrepentimiento?

¿Por qué  le dolía  el pecho al verlo llorar?

¿Por qué  lo quería  abrazar?

Tantas preguntas surgían  en su mente. Y no se dio cuenta cuando sus pies comenzaron  a llevarlo hasta esa maltratada jaula.

El corazón  parecía  controlar el cuerpo.

Al tenerlo tan cerca lo vio, vio la hermosura que este radiaba pese a el estado en el que se encontraba.

Y le fue imposible impedir ese salto que dio su corazón  cuando ambos ojos chocaron.

Paralizado quedo. Asustado, el otro lloro.

Por miedo a que lo lastimara nuevamente.

El azul se alejó, dolido por  la reacción, aún sabiendo que merecida la tenía.

Se negó  a sentir  algo por el rosado, porque -según  él- no era real ni bueno.

Y así paso la adolescencia, una etapa increible para algunos, la peor etapa para estos colores y para el cuerpo de la triste niña que habitaban.

A&RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora