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-Pudo haber muerto, lo sabes.

-Diane pudo haber muerto desde el momento en el que llegó a la ciudad, pero, y aun cuando sabías que era un Alba y que las Tenebris eran una plaga en la ciudad, la corriste de la casa, la dejaste ir.

-Todo era diferente, creí que no sabía lo que era y no podía atraer a los Tenebris. Pero ahora se está arriesgando, está dándolo todo por una misión imposible. Cinthya volvería si quisiera.

-Es suficiente -declaro. Gabriel y mamá dejan de hablar al notar que he despertado. Mamá está tan sorprendida que hasta da un salto y se vuelve hacia atrás, avergonzada de que haya oído su desaprobación por mí viaje.

No te preocupes mamá, ya sabía que no querías que me fuera.

-Tú... -carraspea, ahora también veo alivio en su rostro, seguro porque estoy bien-. No creí que despertaras. Estabas tan mal...

Mi pequeña cabaña en Andremaría sigue igual de bella que siempre. Tal vez hace varios meses se vió seriamente dañada por una explosión provocada por nada más y nada menos que Gabriel, pero fue reconstruida y vuelta a su estado original.

Me detengo frente a ella, observando esas simples paredes de ladrillo que siguen pareciendo tener cien años de antigüedad.

Mamá me observa con cautela, como si cada uno de mis movimientos fuera peligroso y algo que hay que notar. Por su parte, Gabriel entra rápidamente sin pensárselo dos veces.

-Fernando vendrá del internado para verte -me avisa mamá-. Llega esta tarde.

-Ya quiero verlo -respondo.

Gabriel es el hermano menor pero responsable en mi familia, y Fernando, el del medio, es el rebelde e inmaduro. Hace mucho que no lo veo, ya que este verano decidió enlistarse en la armada y dejarnos a todos sorprendidos.

Quiero verlo para saber como ha cambiado, para darle un fuerte abrazo y decirle que no lo he olvidado.

-Estaré atrás -me disculpo. Mamá suspira, sabiendo que el lago es mi punto de escape, luego responde:

-Ve.

Lo he sentido. ¿Cómo no lo haría?

Sé que él está ahí, esperándome.

Me siento mareada mientras camino por el jardín trasero de mi casa. Mis miembros parecen moverse solos, mi corazón late tan rápidamente que lo siento hasta mis oídos.

Entonces lo veo. Ese cabello rubio que ha crecido de nuevo, una nueva barba medianamente larga, ojos azules y grises al mismo tiempo, mirada que me corta la respiración y me deja helada.

-Aló, Diane -me saluda. Por un momento lo observo fijamente, no creyendo que lo estoy teniendo aquí, frente a mí, luego corro y voy a sus brazos porque, aunque no nos despedimos en muy buenos términos, lo extrañé mucho, demasiado.

-No puedo creer que estés aquí -digo. Él me rodea con sus brazos y me aprieta con fuerza, su calidez me invade al instante-. Te hacía al otro lado del mundo, lejos, muy lejos de aquí.

Erick se separa de mí. Sus ojos reflejan pura preocupación, seriedad absoluta.

-Las cosas están mucho mejores en el viejo continente -dice-. Tenía que volver, ver que estabas bien.

-No era necesario. Lo dijiste muy bien, allá nos necesitan, nos necesitan mucho. Yo...

-Silencio -me calla. Sabe que si seguimos hablando de lo mismo comenzaremos a pelear.

Desde hace varios meses el gobierno nos reclutó para ayudar a imponer el orden después de lo pasado en la guerra hace varios meses, lo prioritario era ir al viejo continente, ir hasta la gran muralla y recuperar el dominio del reino. Erick, Razor, Tifón, todos fueron a ayudar.

Dulce y Oscuro AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora