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—¿Alguna vez has imaginado lo qué todo ese poder qué tienes puede hacer? ¿Te has preguntado de lo qué eres capaz? ¿Si existe alguien tan poderoso como para elegir quién tiene poder, y se divierte viendo lo qué hacemos? ¿Un ser todopoderoso?

—Gabriel, no quiero hablar con nadie —murmuré. Él estaba fuera de mi habitación, diciendo estas cosas estúpidas y sin sentido. Intentaba llamar mi atención y sabía que lo escuchaba, es extraño porque sentía la manera en que tomaba de mi energía y leía mis sentimientos sabiendo, por lo tanto, que estaba molesta y confundida.

—Si quieres. Necesitas que alguien te escuche, pero no quieres admitirlo. Los dos estamos en la misma situación, así que creo que te entiendo.

Entendí enseguida a lo que se refería. Gabriel estaba asustado también, ya que tenía mucho poder y temía ser elegido para esa molesta fanfarria. Estábamos igual, así que cedí, y dije:

—Pasa.

Guillermo abrió la puerta entonces. Miré sus ojos verdes, que parecían inyectados de sangre, y traté de sonreírle porque sabía que estaba peor que yo, incluso. Él no se lo esperaba.

—Aun no logro controlarme —dijo—. ¿Cómo se supone qué muestre lo qué soy frente a todos los demás?

Apreté los labios. Entendía lo que quería decir, porque exponerme frente a todos en Satiry había sido difícil la primera vez.

—¿Cómo sabes que serás elegido? —pregunté, tratando aliviar el ambiente—. Hay muchas personas en el mundo, tal vez hasta más poderosas que tú, o que yo. No podemos creernos el centro de todo.

Guillermo apretó los labios. Supe enseguida que no me creía.

—Soy muy poderoso. No quiero admitirlo, pero lo soy.

—No puedes saber qué...

—Tal vez haya alguien muy poderoso, que tenga todo el dominio de su poder... —carraspeó—. Pero no hay nadie qué pueda imitar todos los poderes. Nadie aparte de mí. Nadie que sienta toda la energía de los demás, y que sienta las ansias de... tomarla.

—Estamos juntos en esto. Tal vez yo no sea tan poderosa como tú, pero soy un buen objetivo al que ver por la fama que me gané en la guerra. Sólo hace unos días Karina me estaba diciendo que las elecciones estaban cerca, y que yo soy la más conocida en el reino por mi poder...

—No queremos gobernar. Deberían de dejar que alguien que lo desee realmente obtuviera el puesto. Alguien con buenos deseos.

—Dejemos que la esfera lo decida —dije sin ninguna otra opción, llena de pesar—. Hay una chica aquí que realmente cree en ella. Dice que tiene poderes más grandes de los que podamos imaginar, y dió un discurso muy sabio respecto a ello. La cosa es que no es la competencia lo que me molesta. No es que no sea buena para el puesto, porque todos son entrenados para serlo, es simplemente que ya no puedo más.

—Las pruebas que hay son difíciles, todas en conjunto —musitó Guillermo con lentitud—. Yo también quería a Cinthya. Pocas veces hablamos, pero ella era una chica con luz. Distinta a cualquier otra. Me gustaba.

Eso sí que no lo sabía. Siempre había visto a mis hermanos como niños, y la sola idea de que de enamoraran me parecía extraña e increíble. Sólo hace poco tiempo yo me había enamorado por primera vez, ¿Y qué a ellos les sucediera? Imposible.

—¿Gustarte de, bueno, gustar? ¿Físicamente? ¿Cómo para ser tú novia?

—Nunca tuve esperanzas de que sucediera. Ella era mayor, inteligente, carismática, y mucho más experimentada que yo. Sólo fue un flechazo.

Dulce y Oscuro AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora