CAPÍTULO 9: TESSA PUEYRREDÓN

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Capítulo 9 — Valentina

Con la ayuda de una sirvienta logré llegar hasta mi habitación y recostarme en la cama. Cada día mis hematomas empeoraban, no lograban sanar. Me metí entre las sábanas, era reconfortante poder sentir algo suave sobre mi piel. Con la llegada de la señorita Tessa algo dentro de ese lugar cambiaría y no sabía si sería para bien o para mal.

Me quedé dormida mientras pensaba en la hermanada del señor Pueyrredón. Mi cuerpo no dolía esa vez. Me sentí más aliviada, mis hematomas estaban menos marcados. Clarisse entró en mi habitación. Dejó la charola de comida sobre la cama y se retiró sin siquiera mirarme. No tenía ni un poco de hambre así que la hice a un lado. Desde hace mucho que no sabía qué era lo que ocurría en el exterior. Me acostumbré a nunca salir de este lugar. Así como yo me sentía se sentían las aves enjauladas. Quería volar, irme de ese lugar y sentir de nuevo mi libertad. ¿Acaso había cometido algún delito para mantenerme tan alejada de todo?

Llegó el día siguiente. En un par de minutos la señorita Pueyrredón entraría por la puerta. Me la imaginé de muchas formas, me causaba intriga. Llegó, mis nervios afloraron. Escuché una voz femenina hablar con el señor Pueyrredón. Mis manos estaban sudorosas, nunca imaginé estar tan nerviosa por conocer a alguien. De su voz brotaba tanta sensualidad que hasta la propia Afrodita estaría celosa. Llegaron a la biblioteca de la mansión, ahí me encontraba yo.

—Es para mí un gusto conocerla, señorita Levesque —si yo hubiese sido hombre ya estaría con la libido muy alta. Su porte, su voz y hasta su manera de caminar desbordaban elegancia. Era hermosa, junto a ella yo parecía un gusano revolcándose en el lodo y la materia fecal —. Mi hermano me ha hablado muy bien de usted y me doy cuenta que más bella de lo que él me afirmó —aparte de hermosa también era considerada y trataba de no herir mis sentimientos.

—El gusto es mío, señorita Pueyrredón —mi voz salió rasposa y casi inaudible. Me había idiotizado tanto por contemplarla.

—Viviré un buen tiempo con ustedes, espero mi presencia no le cause molestia alguna.

—Para nada, esta es su casa y agradezco puedan recibirme en ella.

—La señorita Levesque es una excelente mujer —Svante podía ser muy halagador cuando se lo proponía.

—No tengo dudas de ello —Tessa Pueyrredón se despidió y caminó hacia la salida meneándose seductoramente.

—Su hermana es muy hermosa señor Pueyrredón.

—No tanto como usted —tomó mi mano entra las suyas y las acaricio haciéndome estremecer —Su belleza no se compara a la de mi querida hermana, la suya es más auténtica.

Svante Pueyrredón salió de la biblioteca. Me recosté sobre uno de los muebles. Apenas y podía seguir de pie. Cerré los ojos hasta relajarme por completo y no sentir más dolor. La noche llegó. Mi habitación estaba a oscuras. Desde hacía mucho tiempo no había podido quedarme despierta hasta tan tarde. No recordaba que se sentía pasar una noche entera sin si quiera dormir un poco. Me sentía mejor, aún estaba débil pero al menos sentí que por primera vez desde hacía mucho me soltaba de las ataduras de Morfeo.

Tessa llegó en la mañana a mi habitación. Me ayudó a comer, mis manos temblorosas no podían sostener ni un cubierto. Miraba de reojo a la hermana del señor Pueyrredón, era tan hermosa que creo que hasta llegué a sentirme celosa de ella.

Mi cuerpo decrépito y marchito era una bazofia. Las ojeras que tenía estaban muy marcadas y opacaban la vitalidad que antes demostraban mis ojos. ¿Cómo una mujer como yo podría parecerle hermosa al señor Pueyrredón teniendo cerca de él la presencia de su hermana, Tessa?

—Me encanta cocinar, hoy ayudé a Clarisse con el desayuno, espero haya sido de su agrado, me esforcé mucho para poder complacer el paladar de mi hermano y el suyo —era exquisito lo que ella cocinaba, tenía el talento para hacerlo —. Me gustaría saber más sobre usted, señorita Levesque.

—Puede llamarme Valentina. Ya llevo un tiempo viviendo aquí, sinceramente no recuerdo cuanto ha pasado desde que dejé mi hogar y a mi familia. Su hermano es mi protector y ha cuidado muy bien de mí desde que me hospedo en su hogar, tengo mucho que agradecerle a él, pero dejemos de hablar de mí, cuénteme sobre usted.

—Soy varios años menor que mi hermano, él heredó todos los bienes de la familia Pueyrredón y está comprometido a mantenerme hasta el día en que contraiga matrimonio, algo que no es muy probable que pasé, no aún. Prefiero pasar mi tiempo sola, disfrutando del dinero de mi hermano. Si llego a casarme será con un hombre que pueda pagar todos mis caprichos, no lo niego, soy de gustos extravagantes y no cualquiera podría pagarlos —había imaginado a Tessa como una mujer más humilde pero me equivoqué, dejó de hablar hasta estallar en carcajadas —no soy una interesada en el dinero, no busco a un hombre con un enorme caudal, sólo quería ver tu reacción al decirte eso —siguió riendo, hasta su risa me daba celos, era hermosa.

Entre sonoras carcajadas salió de la habitación dejándome en un silencio que me frustraba. Nunca me había dado cuenta de lo miserable que era desde que vivía con el señor Pueyrredón, prefería haberme quedado con mi padre en un lugar inseguro que venir hasta este lugar donde poco a poco me sentía a morir.

Las noches llegaban continuas y monótonas, la presencia de Tessa alegraba el ambiente tan frío de la mansión. En las noches, cuando la luna se encontraba en su punto más alto, el sonido de un piano interrumpía mi sueño. Las notas lúgubres que manaban de él me hacían recordar mi desgracia. Nunca tuve la curiosidad de saber quién era el que tocaba el instrumento a tales horas de la noche. Quizás mis pocas fuerzas mataban mis ganas de disfrutar de los extraños placeres de ser curiosa. Una o dos horas después el silencio volvía.

Esta noche había sido diferente, la música del piano había durado menos de lo normal. Fuera de mi habitación, en el pasillo en el que se ubicaba, escuché como unos pasos se dirigían de un lado al otro sin rumbo fijo. Alguien buscaba algo en alguno de todos los cuartos.

—Señorita Pueyrredón, debería volver a su cama a descansar —era la voz de Clarisse, podía reconocerla muy bien —mañana estará muy agotada si no lo hace.

No escuché ninguna respuesta por parte de Tessa, de seguro accedió ya que luego de unos segundos escuché como la puerta de su habitación era cerrada. La música volvió, esta vez decidí averiguar de quien se trataba. Por supuesto que tenía que ser la hermana del señor Pueyrredón la que tocaba el piano con gran devoción, no había nadie más en mis sospechas. Me sorprendí mucho al ver que se trataba de Clarisse. Nunca se cruzó por mi mente sospechar de ella.

Me quedé oculta entre unos muebles para evitar que me viese y así poder seguir observándola. Dejó de tocar, se acercó al perchero que estaba cerca de ella, un sombrero del señor Pueyrredón reposaba en él. Hasta ese momento no había notado que Clarisse solo vestía con una traslucida enagua dejando al descubierto sus finos pechos. Bailaban con el perchero moviéndose de un lado al otro entre tímidas risas. Se dejó caer al suelo tumbándose de espalda. Giró sobre el suelo varias veces, jugueteaba en cada rincón del enorme salón. Saltaba sobre las puntas de sus dedos y se movía cual bailarina de ballet. Sus pechos rebotaban con cada salto que ella daba.

El señor Pueyrredón llegó, tomó a Clarisse de la cintura y la subió a su hombro con el más mínimo esfuerzo como si de una pluma se tratara. Clarisse apenas y se movió, solo se dejó llevar. Me quedé sola escondida aún entres los muebles esperando a tener fuerza en mis piernas para poder levantarme.

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⏰ Última actualización: Apr 10, 2018 ⏰

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