Capítulo III

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Capítulo III

Piedra, papel o tijeras.

El fin de semana fue lo que se puede decir; inolvidable y relajante, creo que ha sido una de las mejores excursiones que hemos hecho, y sí, generalmente realizamos una excursión una vez al mes ya que tenemos la filosofía de que una ''mente relajada implica una vida sana'', por lo que todos los meses hacemos pequeños viajes y conectamos con la naturaleza. Sin embargo, todo el trabajo de relajación se fue por la borda cuando Leo, mi -diminuto y fastidioso- hermano no quiso levantarme esta mañana por la manipulación que mi otra –diminuta y fastidiosa- hermana; Leah, ejerció sobre él para hacerme no ir a la Universidad, así que el día de hoy es comprensible que esté estresada corriendo como yegua por los pasillos de la universidad tratando de llegar a tiempo a mi primera clase. De verdad, detesto con todo mi corazón de limón llegar tarde a esta clase, sobre todo porque el profesor es uno de los mejores en su materia y volver a ver una clase como la suya es como tratar de salvar su cátedra: Imposible. Otra de las razones-y creo que la más importante-por las que odio no llegar a tiempo es porque el profesor Herrera tiene una peculiar manera de dejar que sus alumnos entren a clase después de que cierra el rectángulo de hierro.

—Ya te dije que si no bailas la conga no entrarás—Me repite el profesor Herrera por milésima vez. Después de subir cuarenta y cinco escalones a una velocidad tal vez incalculable pude llegar al aula, sin embargo aquel macabro rectángulo de hierro estaba siendo empujado para darle inicio a mi desgracia, cuando estaba a punto de llegar antes de que la puerta definitivamente trancara tropecé con mis pies y caí de boca contra el suelo, golpeando mis rodillas con la cerámica y dejando en ese mismo suelo mi dignidad. Ese pequeño-y estúpido- traspiés me dejó en esta situación; bailar la conga o no entrar a la clase. Siento mis mejillas calentarse y mi estómago retorcerse, mi nariz debe estar como Rodolfo el reno porque sí, en vez de enrojecer mis mejillas, enrojece mi nariz. Definitivamente mis vasos cutáneos son mayores a los del resto de la cara, además debe existir una vasodilatación extrema para que una nariz se enrojezca tanto. Pero volviendo a la vergüenza pública a la que estoy siendo sometida, mi único pensamiento ahora es que quisiera tener unos padrinos mágicos y desear que me trague la tierra. Por esta razón odio llegar tarde, el profesor Herrera posee un crueldad especial y de acuerdo a su malevolencia hace una especie de penitencia por los retrasos, sin embargo tenía la esperanza de que se compadeciera de mí-y mi nariz estilo Rodolfo-para que me dejara entrar sin hacer nada. —No tenemos todo el día, estás haciendo que perdamos minutos fundamentales en nuestra clase—Se cruza de brazos para mirarme con su ceja arqueada.

—Profes...—Me interrumpe.

—Bailas o no entras, no lo volveré a repetir señorita Olivares—Por la seriedad en que lo dice pareciera que es un juego, incluso me muestro incrédula a su petición pero en mi ser, estoy consciente de que es muy en serio toda esta situación. La semana pasada hizo cantar a Dennis y ese mismo día hizo que Melanie ladrara como un perro y no como cualquiera, sino como un Chihuahua, hasta que el profesor Herrera no estuvo convencido de que era un Chihuahua lo que escuchaba no dejó entrar a la clase a la pobre pelirroja. Y todos cumplen con sus penitencias solo por una razón; es un jodido genio, sus clases son majestuosas, magníficas y satisfactorias. Es de ese tipo de profesor que admiras y encanta escuchar, claro, excepto en momentos como este. —Es una falta de respeto que interrumpas mi clase para entrar y nos quites diez minutos, tus compañeros se sienten indignados—Toda la puta clase suelta una carcajada. Desde que llegué sus miradas están posadas en mí con cierta diversión, lo menos que están es ''indignados''. —Por lo menos pide disculpas por tu retraso y baila la conga ¿o es que pretendes quedarte ahí todo el rato?, porque si es así me dices de una vez para recoger mis cosas e irme. —Mi alma, la seriedad que le pone este hombre a una situación tan embarazosa me pone los pelos de punta, mi corazón se acelera cada vez más y pienso que en algún momento saldrá disparado fuera de mi cuerpo.

Eclíptica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora