Las pruebas de la vida

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Se me olvidó decir que la idea de publicar estos cuentos es de mi amiga _lila_zafiro.

Esta historia debía contener unos fragmentos de El pequeño príncipe.

Se que probablemente no me haréis caso, pero intentad adivinar cuál es. Advierto que no esta suelta.

Esta historia está llena de personajes que son ideas. Ya lo veréis.

-¿Qué ha pasado? – pregunté.

Lo único que recordaba era que iba andando tranquilamente, cuando de repente, un dolor se había extendido por todo mi cuerpo a una velocidad espantosa. Después, todo era negro.

-Buenos días, chica. – me dijo un médico de pelo blanco. – Has tenido una enfermedad muy grave. Te salvamos, pero... Tu corazón quedó dañado. No vivirás más de 2 años.

Desde ese día había vivido encerrada en mi cuarto, sin salir ni levantarme. Porque moriría, y mis sueños nunca podrían hacerse realidad. Mi madre me decía que había milagros, pero eso no existe. Estaba destinada a morir.

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No deseaba quedarme a morir en mi casa, a oscuras, y que mi cadáver fuera hallado al día siguiente, así que hui. Me escondí en el bosque del que me había hablado el doctor de pelo blanco. Me había contado que era mágico, y aunque eso era imposible, allí no me encontrarían.

No paré en ningún momento, ni cuando el dolor en mi pecho se volvió insoportable. Solo detuve mi alocada carrera al tropezar con una raíz muy gruesa. Entonces miré a mí alrededor.

Me hallaba rodeada de árboles por completo. En el suelo lleno de hojas, se proyectó la sombra de una criatura de largas orejas, pero algo la hizo huir.

Me giré y vi a un chico, aparecido de entre los árboles. Parecía ahuyentar las oscuras sombras del bosque.

-Bienvenida. – me dijo. – Conozco de tu enfermedad, y sé que ya te has rendido.

Se me quedó mirando, pensativo, y tuve un escalofrío.

-En este bosque hay un ser que puede ayudarte. - comentó. – Te puedo acompañar al centro... Si quieres, claro. – Y levantó una mano, tendiéndomela.

Solo dudé un segundo: se la devolví. No tenía nada que perder.

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Al principio era todo muy aburrido, ya que solamente íbamos andando. Yo esperaba que sería más movido, pero no pasaba nada. Ojalá no lo hubiera deseado.

Esa criatura de antes apareció súbitamente, acompañado de otros iguales. No eran perros. Ni tampoco lobos. Eran una mezcla de canino y felino fusionados, y sus largas colas eran las sombras que proyectaban los árboles.

Sentí una extraña atracción hacia ellos. Quería ir y abrazarlos. Abrazar a la muerte. Inconscientemente, di un paso hacia ellos.

No fue algo inteligente. Al instante empezaron a perseguirnos. Éramos rápidos, pero esos seres de oscuridad lo eran más aún. La muerte no perdía tiempo. Nunca.

Y entonces, vi un precipicio enorme delante de mí. Me detuve en seco, pero el muchacho de pelo plateado gritó "¡Salta!" y saltó. No supe cómo pero logró llegar a la otra banda. Me lo quedé mirando, pasmada.

-¡Salta de una vez!

Me acerqué al borde, oía a los lobos aullar por detrás de mí. Me entró el pánico. No era capaz de saltar eso. Yo era la mejor deportista. Pero eso era antes. Ahora ya no era nadie. Mi sueño se había roto, y tenía miedo de que se rompiera otro, uno que no quería aceptar.

Historias cortasWhere stories live. Discover now