Día 2

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            No crea usted que adaptarse a vivir en un barco me fue fácil. El balanceo por las noches me mareaba, el sonido de las olas rompiendo contra el casco no me dejaban dormir, para colmo la imagen de mi padre muerto tirado en el suelo volvía a mí en forma de pesadilla.

             — ¡Agua va! —uno de los piratas me hecho un cubo de agua encima para despertarme.

           Me levanté un poco confundida, todos los bucaneros estaban ya en sus puestos de trabajo.

           — ¡Daniel! —Me llamó el contramaestre Ben—. Sal a limpiar la cubierta.

           En un primer momento lo ignoré, pero al rato me di cuenta que era a mí. Me levanté y salí del camarote. Debía ser muy temprano, el sol se reflejaba en el horizonte y la luz me cegaba los ojos. Ben, me esperaba con un cepillo, un cubo y una sonrisa pícara.

            — ¿No iba a ser el matasanos? —le pregunté.

          —Aun así, sigues siendo un grumete. Cuando te necesitemos de matasanos te lo diremos. Por ahora, tenemos piratas enteros y borrachos.

            Agarré el cepillo con enfado y seguí las ordenes. Tenía pensado escapar al mínimo despiste, pero por ahora era mejor no llamar la atención, aunque era muy difícil.

            Estuve toda la mañana limpiando la cubierta, pero siempre estaba sucia. No paraban de pasar personas de un lado para otro y siempre la ensuciaban, llegue a creer que lo hacían a posta.

            — ¡Eh! que he acabado de limpiar —Le dije a un grupo de piratas que pasaban por allí dejándolo todo hecho un asco.

           Eran un grupo de cuatro piratas, él más alentado dio un paso al frente. Tenía una nariz aguileña acompañada de una ligera chepa y un pelo moreno muy largo.

          —Creo que este grumete no se ha enterado de quien manda aquí.

          Sus compañeros asintieron.

         —Vamos a descubrir si hoy tienes suerte, chico —el pirata se sacó una moneda del bolsillo—. Si sale cara, te libras; Si sale cruz, tendrás que aprender a respetarme.

        Lanzó la moneda al aire, esta empezó a girar y cuando cayó en su muñeca la destapo.

        —Cruz, hoy no hay suerte para ti.

         Sus amigos me sujetaron entre los tres, por más que lo intentaba no podía zafarme de ellos. Me agarraron del cuello y me metieron la cabeza en un cubo lleno de agua, faltó poco para que me ahogaran, cuando pensaron que era suficiente, me sacaron la cabeza del cubo soltándome un empujón y dejándome tirada

          Cuando poco a poco me levanté me di cuenta de que otra vez estaba el suelo sucio así que por orden del teniente tuve que volver a limpiarlo todo. Por fin acabe. El cocinero nos llamó para comer. Deje el cubo y el cepillo a un lado y con toda el hambre del mundo entre en la cubierta media. El oficial estaba sentado en una mesa haciéndome señales.

          —Coge un plato para que te sirva el cocinero —Me indicó.

          Me acerqué al cocinero con un plato. Era un hombre mayor, con un gorro de cocina bastante extravagante. Agarró mi plato y me hecho un mejunje pastoso que parecía estar en muy mal estado, coloco una galleta a su lado y me lo devolvió.

          —¿Qué es esto? —Le pregunté al cocinero.

         —Oh là là, C'est puré de patatas —me respondió con una mezcla de francés e inglés.

Entre PiratasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora