Capítulo 8

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Miro a mis compañeros de batalla, quienes tienen las ropas impregnadas de sangre de nuestros enemigos, así como los labios y parte del cuello. John nos hace una seña para que nos cambiemos ropa en el garaje que hay junto a la casa, con el fin de no asustar a la pequeña. Todos obedemos a regañadientes, ya que estamos tan cansados de luchar que lo único que queremos es un merecido descanso. Aún así, accedemos, porque la inocencia de Luz es la virtud que nos da fuerzas para continuar, y sobre todo, para aceptarnos a nosotros mismos.

-¿Habéis dejado a la niña sola?- pregunta Leslie, incrédula.

-Contratamos a una niñera- anuncia John-. Usamos el control mental con ella para asegurarnos de que no dejaría entrar a nadie que no fuéramos nosotros en casa. Y además le obligamos a defender a la pequeña tanto como le fuera posible.

-Todas las precauciones tomados son pocas- contradice Kai Spinnet-. Tenemos bajo nuestro techo a una brujita muy poderosa. Créeme, a su corta edad tiene más enemigos que yo en toda mi existencia.

-Me cuesta creerlo, hermano- opina John.

-Entremos cuanto antes. Se estará preguntando dónde estaremos- sugiero, echando la ropa a una hoguera que ha encendido John con el fin de deshacerme de esa ropa.

Abandonamos el garaje y nos ponemos rumbo hacia la entrada al hogar, cuya puerta está encajada, anunciando que alguien ha entrado en su interior. Kai la aparta de un manotazo, dejando al descubierto unas gotas de sangre que se pierden en dirección al gran salón. Aumentamos el ritmo de nuestra marcha, de manera que estamos prácticamente corriendo hacia dicha estancia. Una vez nos hallamos en ella descubrimos que sobre la mesa descansa el cuerpo inerte de la niñera, quien tiene los ojos y la nariz impregandas de sangre.

-¡Luz!- grita con todas sus fuerzas Kai.

Cada uno de nosotros recorre velozmente cada una de las estancias de la casa con el fin de dar con algún rastro que nos lleve hacia la pequeña, pero no hay nada por más que buscamos. Volvemos a reunirnos en el gran salón, donde Kai comienza a lanzar los muebles violentamente de una lado a otro, rompiéndolos con la fuerza con la que los golpea. John permanece inmóvil bajo el marco de la puerta, observando con cierta melancolía la rabia de su hermano. Leslie, quien hasta entonces tenía los labios entreabiertos, decide sellarlos y cerrar los ojos con fuerza, lamentando lo ocurrido. Yo, sin embargo, estoy tan ocupado examinando la estancia que soy el único que se percata de un detalle. En el suelo hay un último dibujo hecho por la pequeña, en el que se puede apreciar a Luz con un vestido blanco, arrodillada ante un altar, esperando su sacrificio por parte de las brujas.

-Han sido las brujas- anuncio. Le hago entrega del dibujo a Kai, quien lo arruga y lo lanza con violencia al suelo-. Al tomar el poder se han visto con el poder suficiente para finalizar el ritual. Quieren conseguir más poder del que tienen.

-Lamentarán haberlo hecho.

-¿Qué piensas hacer, hermano?

-Acabar con todas las brujas, si es necesario.

-Te matarán antes de que puedas acercarte en un radio de dos kilómetros a Luz- aporta Leslie, quien tiene los brazos cruzados.

-Leslie tiene razón- coincido-. Tenemos que actuar con cautela.

-¿Qué propones?- inquiere saber Kai.

-Tenemos que fingir sentir lealtad hacia ellas e incluso apoyarlas en sus decisiones. Así nos ganaremos su confianza, e incluso podríamos beneficiarnos de ella. Lo único que tenemos que hacer es hacer que confíen en nosotros y cuando sea el momento indicado, traicionarlas.

Cazadores Nocturnos 5; Crónica Infernal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora