Capítulo VII
Saint Land, siguiente día.
El presente.Cuando las enormes puertas dobles acaobadas estuvieron frente a ella, la muchacha utilizó aquel impulso de adrenalina que aún quedaba en su cuerpo tras correr el ultimo tramo y las empujó con toda su fuerza. Llevaba horas sin poder dormir en lo absoluto. La ansiedad no lograba disiparse, arrebatándole hasta el apetito y provocando que sus visiones más feas y sus probabilidades más lúgubres sobre su mejor amiga allanaran su pecho basta hacerla llorar. Estaba desesperada por culpa de la falta de información, y aquello solo la arrastraba obligada hasta lo ultimo que no quería hacer.
Frente a la mujer, y con el sonido de enormes engranajes sonando a su espalda, las puertas dobles se azotaron cerradas una vez ella ingresó. Por el sonido asfixiante a su espalda, supo que Madame Ome había logrado descubrirla y dar con ella. A pesar de haber lastimado la confianza de aquella amable mujer, no sentía la culpabilidad de haberse escurrido de su prohibición a ingresar sin su consentimiento con aquella excusa tan sucia, tampoco el haber irrumpido en aquella oficina e interrumpido sin previo aviso las obligaciones de su Directora. Por la mirada que le dirigió Candra a media mitad de escribir algo, Evangeline supo que tampoco aquella mujer estaba sorprendida de tenerla allí; sudada y posiblemente con los ojos de una desquiciada. La muchacha deseó con todas sus fuerzas el que no la echasen a patadas. Necesitaba hablar con ella. Es más, estaba dispuesta a rogar el porque le diera la posibilidad de comunicarse con Rowen.
—Necesito hablar con usted —exigió entre su respiración. Con sus rodillas inestables, rogó al cielo tener la mitad de aquella decidida mirada de su mejor amiga. En el mejor de los casos no una de un delincuente rogando por la amnistía.
Candra depositó pulcramente su bolígrafo por sobre sus archivos y Madame Ome se agitó detrás de Evangeline.
—Señora Directora, perdóneme —su voz salió entre la desesperación y la contención de ésta y, por primera vez en ese día, la muchacha se permitió sentir un poco de culpabilidad—. Le informé a la estudiante que no debía interrumpir...
—Puedes dejarnos, Madame Ome.
—Señora Directora —soltó la mujer, más agitada que antes ante aquella aceptación a su muestra de rebeldía. En un segundo aferró sus dedos fuertemente en el antebrazo de Evangeline, y la muchacha se puso tensa. Adoraba a Madame Ome, pero si tenía que luchar contra su sujeción para lograr llegar hasta Candra y exigir el poder comunicarse con Rowen, lo haría. A esas alturas ya no le importaba el tener que afrontar un castigo de las magnitudes del de su mejor amiga—. Yo me hago cargo...
Evangeline se resistió fuertemente al tirón de la mujer quien la arrastraba hacía atrás, y ahogó un quejido al sentir la presión de aquellos huesudos dedos en su carne. La mujer que ya se encontraba en la edad madura de sesenta y un años, con cuarenta y cinco de estos acompañando y trabajando para Candra, no mostraba signos de disminuir la velocidad. Era una Hija del Bosque, y una con mucha experiencia y fuerza. Candra dirigió en ese momento la mirada hasta la mujer.
—Madame Ome —le detuvo, y la anciana se quedó quieta, alejando sus dedos del brazo de la muchacha—. Puedes retirarte.
La anciana se marchó, y Evangeline intentó ignorar por un segundo el fuerte pinchazo de dolor en su piel.
Candra estiró su espalda en aquella enorme y majestuosa silla de cuero, con su traje de dos piezas pulcramente planchado acompañado de aquel moño francés de hebras rubias ingeniosamente sostenido sobre su coronilla. Aquel no era el traje más sofisticado de Candra; ser un Cambiapieles en la Sociedad Mestiza, le hacía vestir y renovar su piel por temporadas de necesidad. Aquella forma, el de Directora Vanguardista, era el traje que más le agradaba a Evangeline. Ese, y el de un gato Tonkinés.
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Heartagram: Almas Sombrías #YoSoyAnarky2018
FantasíaSumergida profundamente en los engranajes de Saint Land, una realidad en forma de prestigiosa Academia Mestiza, Rowen Strauss llegará a las puertas de otra vida y se verá obligada a caminar entre dos mundos -el tuyo y el de ellos-, separados por una...