Segunda Parte: Entre Humanos, Ahora.

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Capítulo VI

Chicago, finales del otoño, diciembre.
Un año después.

Entre Humanos, bajo la oscuridad, todo es más intenso.

A más de quinientos metros, en dirección al oeste, la criatura se escabullía rápidamente por los estrechos callejones y largas calles. Bordeando las farolas que poca luz le brindaban y, escurriéndose como un ratoncillo entre muros de ladrillos retorcidos bajo el potente clima de Chicago, la muchacha creyó, en un principio, que solo se trataba de un adolescente asustado ante las posibilidades de que lo encontrase la lluvia, pero había estado equivocada.

A doscientos metros de altura, entre el suelo y las limitaciones del potente edificio, el panorama parecía presagiar desgracias.

Los hombres que reían a carcajadas y exudaban violencia y alcohol, iban avanzando y pisoteando humanos sin techo que se retorcían bajo su escasa ropa, con solo un propósito: Atrapar a la criatura. Y el chiquillo lo sabía. El clamor de su miedo era tan potente y ensordecedor, que ella en su condición podía sentirlo y olerlo, incluso paladearlo desde su altura. Y ese era el constante fastidio de la muchacha; su naturaleza, más que una sensación de intranquilidad en sus entrañas, era una constante insatisfacción.

Aquello tenía que ver con la certeza de que aquel lugar, entre humanos, ya no era su hogar. También con la percepción de que el mundo podía cambiar, y ella no.

Mientras intentaba ignorar el clamor de aquel miedo, cerró sus ojos y estiró la palma de su mano, levemente, hasta sentir la brisa. Era ligera y fresca, pinchando su piel con leves filos de humedad que la hicieron sonreír. El aire llevaba consigo un olor frio y punzante, cargado de oxido y gases a combustión. Se tomó unos momentos a esa trivialidad de la ciudad, se permitió un suspiro lento y profundo cargado de tranquilidad y, así, el fuerte tráfico de Chicago abandonó sus oídos, dejando el fino y casi imperceptible sonido del eco de una gotera en algún lugar entre los callejones bajo sus pies.

Pese a todo, algo dentro de su mente no lograba desconectarse.

Ya había oscurecido, y aunque la tormenta comenzaba a amainar, el frio que azotaba en las oscuras calles era implacable; aunque la congelación de sus músculos era tan solo un detalle, cabe decir, tampoco le importaba la oscuridad.

El miedo desamparado comenzó a invadirlo todo de nuevo, cada vez más intenso.

Ahora había tanto miedo en el aire, que le resultaba casi imposible aislar más olores individuales de la llamativa esencia colectiva. Y aquello le resultaba, en cierto modo, cómico. Ante una aborrecible naturaleza que se alimentaba de situaciones como aquella, la muchacha no se encontraba verdaderamente cautivada, como supuso debería haberlo estado. Tres años frente a la diversidad la habían cambiado, y aunque no resultase ventajoso en ciertos aspectos, ella tampoco lo necesitaba. No verdaderamente. Aun así, esa fragancia tan sutil se impregnó en su nariz como queriendo desafiarla, causando el ardor de la anticipación. Ese era el sustento, se reprochó, y por un rápido segundo sintió deslizarse como un inquieto fantasma por sobre su lengua aquella sensación.

La bloqueó.

Rowen Strauss, quien antes de marcharse a Saint Land había crecido entre humanos, prefería al abusón y no a la víctima. La idea pareció juguetear en su mente, susurrando, pero la desechó.

Heartagram: Almas Sombrías #YoSoyAnarky2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora