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Leo miraba la escena ante sus ojos con curiosidad, esa era la primera que miraba a su padre hacer tal cosa, o quizás era la primera vez que él ponía verdadera atención a la relación que sus padres mostraban frente a él, en la privacidad de su hogar.

El día anterior había sido uno bastante raro. No solo su madre había decidido repentinamente hablarle acerca de las almas gemelas haciéndolo con lágrimas en los ojos, sino que aún no se sabía nada de su padre, quien había salido con su guardia oficial a ver asuntos "super secretos" en territorio de tigres, hacía ya casi un mes.

Y no conforme con todo ello había soñado con un niño, del cual no conocía ni su nombre y visto jamás, pero del que estaba completamente seguro de que quería volver a ver al menos una vez más. Ya que aún podía sentir el aleteo de su corazón y ese olor tan peculiar que hacía que sus entrañas se movieran de forma "desconocida", provocando que su rostro se sintiera caliente tan solo de recordarlo.

Su padre volvió a besar los labios de su madre en un roce tan íntimo y delicado que Leo tuvo que desviar la mirada al sentir de nuevo que estaba viendo algo que no debería. Aunque el beso apenas fue un toque de labios, el hecho de que ambos juntaran sus frentes y su padre le susurrara algo a su madre que no logró escuchar, hizo que esta se arrojara a los brazos de su padre y soltara un sollozo.

Un sentimiento de inmensa tristeza se instaló en el interior de Leo de inmediato, hasta que decidió que era tiempo de averiguar que era lo que estaba pasando, especialmente al ver que su padre quien nunca lloraba, lo estaba haciendo.

— P-apá... — dijo en apenas un susurró.

Su madre giró para verlo y aún con las lágrimas descendiendo de sus ojos lo llamó para abrazarlo, mientras su padre con discreción se limpiaba el rostro. Con cierta cautela se fue acercando a ellos, entonces los dos adultos lo envolvieron en su abrazo de oso casi asfixiándolo; pero él no dijo nada por temor a ser regañado y solo se dejó querer disfrutando enormemente de ese contacto.

— Te amamos, cariño... nunca vayas a olvidarlo — dijo su madre antes de besar su mejilla una vez que Leo fue arropado listo para dormir.

— Yo también los quiero mami — respondió con suavidad comenzando a cerrar sus parpados.

Su padre lo miró con un semblante serio, mientras relajaba el rostro y le mostraba una sonrisa al tiempo que le removía las hebras de cabello.

— Eso es campeón, ahora a dormir...



Leo recordaba esa escena al estar de nuevo abrazando el cuerpo de Ken. El hablar con el padre del pegaso lo había dejado de esa manera, por supuesto que no estaba muy contento con la decisión que había tomado el alfa zorro, pero de cierta manera lo entendía. Sus propios padres habían tomado ciertas decisiones sobre su vida sin consultarle y aunque en su momento odio ese acto, ahora que había encontrado a Ken, estaba completamente seguro de que él, era todo lo que necesitaba para sentirse completo. Y por supuesto que no estaba para nada dispuesto a que se lo arrebataran de los brazos, al menos no sin luchar.


—... Si, bueno, también esta esa posibilidad, por eso quiero que en cuanto amanezca se vayan tan lejos que no tengan que mirar atrás.

— Espera ¿Qué estás diciendo?

— Lo que estás pensando, yo no voy a ir con ustedes, solo los atrasaría. Les compraré tiempo, todo el que sea necesario para que no sean encontrados jamás.

Leo entendió rápidamente el trasfondo de esas palabras y levantándose con brusquedad respondió.

— ¡No! ¡No pienso dejarte que comentas suicidio! ¡¿Cómo crees que va a sentirse Jae Hwan en cuanto se entere?!

Inopinatum [Keo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora