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Había vuelto a ser el mismo. Lleno de energía, ganas de vivir y chistes con poca gracia. Des de su milagrosa cura del cáncer se había propuesto salir de la ciudad, del estado y del país. Viajar, ayudar y no desperdiciar esta segunda oportunidad.

Catarina Loss le había suplicado que no hiciera locuras. Que no quería que nada malo le pasase. Raphael Santiago no dejaba de repetir que había sido un milagro, y que Dios había salvado a Magnus. Ragnor Fell seguía sin entender cómo era posible. Él había visto a su mejor amigo morir, había visto como su corazón se detenía por el monitor. Algo no cuadraba, y no creía que fuera el Dios de Raphael.

Pero eso no parecía impórtale. Había comprado billetes de avión para llegar a Portugal y de allí ir en avioneta hasta el Congo. Quería ir allí y ser voluntario en rescatar niños soldados, poder salvar sus vidas y darles una segunda oportunidad como se la habían dado a él.

-¿Tienes que irte de verdad?-Catarina no parecía muy feliz con la idea.

-Sí. Por favor Catarina no llores.

-No, no lloro, solo que... -Ella parecía muy contrariada.- Cuídate mucho ¿vale?

Él sonrió.

-Claro.

-No te metas en demasiados líos.-Le dijo Raphael.-Tengo que hacer más cosas aparte de rezar por tu vida.

Rodo los ojos.

-Como si necesitará tus oraciones.-Rieron juntos.

-Intenta no pisar una mina, o hacer enfadar a un tío armado o quitarle los cacahuetes a un elefante.

Volvió a reír, cuando por megafonía anunciaron su vuelo.

-¡Me voy! Adiós a todos.

-¡Buen viaje!

-¡Cuídate mucho!

-¡Adiós Magnus!

Subir al avión se le hizo eterno. Al parecer llenar un avión transoceánico no era tan sencillo. Se sentó entre una señora con un curioso peinado de la década de los 80 y un hombre joven que no dejaba de mover la pierna de forma nerviosa. Magnus supuso que ha mucha gente le daba miedo subir a un avión.

El vuelo comenzó, un vuelo que debía durar aproximadamente 10 horas. Magnus apoyó la cabeza y cerró los ojos, buscando conciliar el sueño.

Quizás pasaron horas o quizás minutos cuando unos gritos lo despertaron. Miró a la señora y la vio llorar, llantos de niños y adultos mezclados con palabras de ira y miedo. Histeria en su más clara expresión. Miró a su lado contrario en busca del otro hombre joven, para verlo de pie en el pasillo detonador en mano. Un cinturón lleno de explosivos estaba pegado a su pecho.

Dio un discurso o un intento de ello.

Magnus no podía creerlo. El cáncer no lo había matado cuando debería haberlo hecho. Se había salvado esa vez, pero no iba a lograrlo esa segunda. Agacho la cabeza, escondiéndola en sus manos. Su vida, su nueva apenas había dado comienzo, cuando ya iba a ser detenida.

Lo escuchó gritar. Alabando a su Dios. Y todo se volvió fuego.

Vida. Muerte ||Malec-AU||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora