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La muerte sí quería reunirse con él. Lo deseaba más que nada. Pero nunca lo pediría. Muerte rodeo la cama donde Magnus dormía. Estaba de lado, tapado hasta la cintura, y con el pelo negro disperso por la almohada.

Lo observo dormir, y quiso saber qué soñaba y porqué lo soñaba. Si Muerte tiene alma, esta, estaba encandilada, pensando, creyendo, que esa dulce criatura soñaba con él. Pero era imposible.

Magnus sabía quién era. Todos sabían quién era. Pero nadie le conocía.

Era tan viejo. Más viejo que el tiempo, y lo sabe bien. Él lo creo. Un regalo para las crías de Dios, uno que jamás supieron valorar.

Pero Magnus. Su bella criatura sí que quería cambiar, lo había intentando. Y fue en ese intento, cuando lo salvó de nuevo. Aquel día recogió muchas almas puras, y encadeno al fondo del mar a una. Aun puede oírla gritar:

-No. ¡No!

-Cállate.

-¡Esto no puede ser así! ¿Dónde está mi paraíso? ¡Demonio! ¡Demonio, ten piedad!

-¿Piedad? ¿Acaso tú la tuviste? Este es el precio que debes pagar por el resto de la eternidad. Ahogándote eternamente y nunca ahogarte. Estar solo en la más espesa negrura.

Siguió gritando mientras él se alejaba.

Pensó en llevárselo a Lucifer, pero él no sería tan cruel. Después de todo, Lucifer sigue amando a la humanidad que una vez intentó ilustrar. Que despiadado fue su padre, condenándolo a herir lo que más amaba.

-¿Por qué...?-Magnus suspiró dormido. Se dio la vuelta en la cama.

Por qué... Se preguntaba porque seguía vivo. Porque no podía morir. Y la muerte se preguntaba si no podría estar con él.

Sólo un día. Sólo una semana. Sólo un mes. Sólo un año. Sólo una vida.

Sólo él y su bella criatura. 

Vida. Muerte ||Malec-AU||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora