(cap 8) ¿me crees?

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-Entonces... ¿me crees? –preguntó Karol unos segundos más tarde mientras trataba de caminar a su paso.
-Lo único que creo es que te he pillado antes de que pudieras desobedecer mi orden de no acercarte a un teléfono -dijo Ruggero-. Eres pequeña y escurridiza. ¿Por qué no me sorprende?
-¡Yo no soy escurridiza!
-Podías haberme dicho que tenías otro empleo, no soy una persona tan poco razonable -añadió -. Pero has preferido hacerlo a escondidas.
Si volvía a pronunciar la palabra «escurridiza» lo abofetearía, se dijo Karol con el rostro encendido. Se sentía incapaz de disculparse, pero más aún de pedirle permiso para hacer cualquier cosa. Y aquella llamada era necesaria. Por desgracia iba a tener que contarle al señor Barry una mentirilla delante de él. Karol no tenía por costumbre mentir. Por el contrario, era incluso demasiado directa y sincera. Conocía bien sus defectos, pero algunos de ellos eran su mejor defensa. Era una persona terriblemente independiente, no le gustaba trabajar en equipo y le encantaba disponer de libertad para decidir por sí misma. Por eso aquellos dos empleos encajaban bien con su personalidad.
Casi una hora más tarde, cuando el tenso silencio de Ruggero estaba a punto de acabar con los nervios de Karol, un hombre mayor apareció con las llaves de su casa y el pasaporte. Los dos hombres se pusieron a hablar en griego ignorándola por completo.
-Espero que hayas dejado mi casa en orden -recalcó entonces Karol en voz alta-. Y que la hayas dejado bien cerrada -añadió sin poder evitar que un gemido saliera de su boca-. ¡Por el amor de Dios! ¿Cómo diablos has entrado con la alarma conectada? ¿Has vuelto a conectarla...?
-Mis empleados de seguridad no son estúpidos -alegó Ruggero ofendido-. Lo han dejado todo en orden.
-Debe de ser reconfortante saber que cuentas con empleados tan eficientes como ladrones -comentó Karol. Ruggero le lanzó una mirada tormentosa-. Es de mala educación ignorar a las personas - añadió ella dándose la vuelta.
Lo cierto era que no era más que una mujer de la limpieza, se dijo Karol exasperada. El escalafón más bajo de todo el personal. Y estaba tratando con un hombre acostumbrado a ser servido a todas horas. El hecho de que se comportara desde ese momento como si fuera invisible no abrumó a Ruggero, que evidentemente esperaba que se mantuviera en un respetuoso silencio y que no hablara a menos que le preguntaran. Sin embargo Karol nunca había sido una persona callada.
De pronto sintió frío, así que sacó el abrigo de la bolsa, le quitó la etiqueta y se lo puso. Le llegaba hasta el suelo. Si se subía el cuello parecería un fantasma.
-Toma -dijo Ruggero tendiéndole su móvil. Karol parpadeó confusa-. Tu historia encaja. Demitrios, el que ha ido a tu casa a por el pasaporte, lo confirma. Puedes llamar al propietario de la librería.
Karol marcó el teléfono. En cuanto escuchó la voz del señor Barry le explicó que faltaría al trabajo un par de días y se disculpó por no haber avisado con más tiempo. Puso de excusa la enfermedad de un amigo. Luego colgó el teléfono. Ruggero la miró de reojo.
-Eres una buena mentirosa, resultas muy convincente.
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~fefa~

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