Ruggero Pasquarelli era un paranoico, un absoluto paranoico, decidió. Ella, ¿una espía? ¿Acaso leía demasiadas novelas? Sólo era una mujer de la limpieza que había entrado accidentalmente en su santuario. Una mujer de la limpieza que no tenía permiso para trabajar en esa planta y menos aún para entrar en esa oficina, le recordó una débil voz en su interior. Una mujer a la que, además, habían pillado saliendo de detrás de la puerta...
Cierto, concedió Karol reacia. Podía resultar sospechoso. Pero eso no justificaba el que insistiera en no perderla de vista en treinta y seis horas. El hecho de que se la llevara de viaje demostraba que estaba loco.
Y además no era ése el único problema. La forma en que Ruggero la miraba la ponía furiosa. En medio de toda aquella neblina de sospechas él se había permitido el lujo de mirarla de arriba abajo, como si fuera una mercancía sexual a la venta. Karol apretó los generosos labios y se puso a rumiar aquello.
Bastante había tenido con tolerar a Ricky Bolton, que se negaba a aceptar un no por respuesta y que estaba convencido de que era sólo cuestión de insistir. No era de extrañar que se hubiera incluso mareado. Aquel arrogante griego no había hecho sino aumentar aún más la repulsa que su subordinado había provocado en ella. Sin embargo Ruggero era diferente. Ruggero Pasquarelli era uno de esos hombres salvajemente masculinos, la clase de tipo que no podía mirar a una mujer sin preguntarse cómo sería en la cama.Impermeable a la creciente antipatía de Karol, que demostraba con un frígido silencio, Ruggero la guió por el aeropuerto hasta la zona comercial. Entró directo en una boutique cara y se dirigió hacia los trajes de chaqueta. Arrojó luego en sus brazos uno negro, de la talla más pequeña, y escogió un bolso, un sombrero y un par de guantes negros largos del estante en el que estaban expuestos.
El resto de las exquisitas prendas del estante parecieron deslucidas. La castaña se ruborizó hasta la punta del cabello. La dependienta los seguía con atenta e irritada mirada por toda la tienda. Finalmente Karol susurró en voz baja y mortificada:
-¿Qué diablos crees que estás haciendo?
-Comprar -explicó Ruggero escueto, indiferente a las miradas de los empleados que, bien entrenados, seguían atentos cada uno de sus movimientos.
Ruggero se dirigió decidido hacia otro perchero y tiró de un vestido azul sacándolo de la percha para arrojárselo a Karol con la misma indiferencia. Luego le siguió un largo abrigo negro y por último, tras una pausa ante un maniquí con unos pantalones cortos rosas, Ruggero inclinó la cabeza y dijo, dirigiéndose a la vendedora que se acercaba:
-Esto también nos lo llevamos.
-Me temo que no está a la venta, caballero.
-Entonces quítelo del maniquí -ordenó Ruggero.
-¡Pero señor Pasquarelli! - silbó Karol ruborizada hasta el límite.
La vendedora, cuya insignia proclamaba su rango de encargada, estuvo a punto de hacer otro movimiento, pero al oír el nombre abrió la boca atónita y miró con más amabilidad al alto y moreno cliente.
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Aquí otro cap l@s quiero mucho no se olviden de votar, comentar y seguirme besos😘 ~fefa~
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por un error
FanficKarol trabaja durante el día en una librería cuyo propietario es un hombre mayor que quiere retirarse. Ella desearía comprar la tienda y para eso, por las noches trabaja como señora de la limpieza en una gran empresa: Pasquarelli. Allí hay un emplea...